Este sábado por la noche viví otro momento de gala para mi vida musical y más aún personal. Tras haberlo visto en Noviembre y arreglado con él, anoche tuve la dorada ocasión de cantar en el excelso show del maestro Mario Marzán, reconocidísimo y eximio pianista que engalanó varios programas de la más famosa TV, congente como Gerardo Sofovich, Susana Giménez o Silvio Soldán. En el bar Santa Paula de Florida, norte de Buenos Aires, hizo como cada segundo sábado de mes un espectáculo que incluyó obras de Mozart, tango y pasodoble. Y, también, a este humilde músico.
Tras llegar a las ocho y medi a de la cálida noche, me instalé en una mesa del casi repleto barcito y esperé absorto y ansioso mi oportunidad, que aún increíblemente no estaba seguro si se daría. Pero cerca de las nueve, Marzán vino, me estrechó la mano y antes de que dijera nada, me le anticipé y le comenté de su invitación, y me confirmó que iba a tocar. Alivio después de una semana de algo de incertidumbre.
Seguí con nervios y apenas disfrute el comienzo del recital, donde Marzán se mandó un enganchado de Mozart para el recuerdo, dando luego tango y pasodoble con sus mágicos dedos. Y a eso de las casi 10, justo cuando estaba por tomar un jugo que había pedido, el maestro me llamó. Me levanté con mi guitarra, y para mi gratísima sorpresa, de la nada, como magos, aparecieron cinc o de mis adorados compañeros del Instituto Güemes de la secundaria, con quienes me reencontré ese Noviembre. La divina Alejandra "Mongui" Dib, recién retornada de su periplo caribeño, fue quien apareció de golpe, me acompañó cerca del piano, me sentó y allí hice mi tema Princesa, un superclásico mío que además elegí creo con buen tino, a tono con la músic a de primerísimo nivel que venía disfrutando.
Con emoción y tensión mezcladas como de costumbre en mí, canté el lindo y rítmico melódico que Mario intentó acompañar y lo hizo tras la segunda parte, con una intuición musical sólo de un genio como él. Más fue mi emoción entonces, imaginen un pibe como yo matizado por una estrella como él. Me rompí todo para que saliese perfecto y afinado, no podía ser de otra forma, y el cierre fue espectacular, cuando el maestro tocó un final con los acordes del estribillo, generándome más admiración y aplausos cerrados de lo que yo ya había cosechado. Felicísimo retorné a mi mesa, y allí la sorpresa de ver más gente del Güemes: la cariñosa Marcela Gay, la siempre demostrativa Roxy Spinelli, la excelsa Patri Ramos y un lujo: Martín Filippi, el genial morocho de mi primer programa de radio Hot Dog y testigo de tantas aventuras adolescentes.
Abrigado por el calorcito de todos ellos, seguí paladeando, bebiendo la noche de oro que Marzán regaló al nutrido público, que explotó con cada cantante invitado, cada pieza del maestro, cada tema conocido, del tango al folklore argentino, de Naranjo en Flor a Oh Sole Mío. Los chicos también lo pasaban bien,aunque era lógico más metidos en charlarse y reírse que e en una música que no es la suya, pero igual aplaudieron. Luego Marzán vino a mi mesa, me saludó y a ellos. Filippi quería mitigar el ruido que habían hecho todos: "Éramos nosotros los del bullicio, disculpe maestro", le dijo. Él se lo tomó con gran simpatía, hasta bromeó "ustedes no parecen la edad que tienen".
Y con Mongui como casi mi guardaespaldas de tanto que me llevaba, nos fuimos entre risas y comentarios, al mejor estilo secundaria. Y ellos me regalaron otra cena en un restaurante de Olivos, cerca del bar. Fue el broche de oro paraotra gran noche de mi vida. Como la de 2016 en el Teatro Astral, como aquélla de 1990 de mi graduación. Con Mozart, Marzán y los compañeros de la adolescencia, tenía que ser una noche de magia. Porque yo estuve cantando entre todos ellos.
Felicitaciones Diego!!! Que alegria enorme que hayas tenido una noche maravillosa. Hermosas tus palabra
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