Cuando nos encontramos con alguien, en cualquier circunstancia y momento, podemos saludarlo de mil maneras. Desde lo formal, lo intermedio, un abrazo apretado, hasta como se suele hacer ahora directamente con un chiste o ironía. Podemos hacerlo, tanto al comienzo como al final, con mil palabras distintas. Hola, qué hacés, dichoso de verte, cómo estás, buenas, buen día. Pero en cualquier ocasión, seamos o no creyentes, el mejor saludo que existe es "que Dios te bendiga".
Es muy fácil de explicar y comprender. Dios, Jesús, el Señor, para algunos "el de arriba", es infinitamente superior a todo lo creado por Él mismo. Entonces está por encima de todo y de todos nosotros. Y de toda palabra que nosotros podamos decir. Y entonces, también, es más efectivo y poderoso un saludo que lo contiene, aunque el otro no lo reciba así. Ya le llegará, porque para Dios no hay imposibles. Está en nosotros los cristianos, especialmente en esta época navideña, que sepamos ponerlo de manifiesto. Tanto es el poder divino que tarde o temprano, lo va a tocar tanto como a alguien que cree. Por eso, Dios los bendiga lectores, ahora y siempre.
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