Decir Navidad es decir niñez. Es decir Jesús niño y Dios. Y es, sobre todo, aunque Ella sea tan humilde, María, su Madre, nuestra Madre, la Virgen. Ella también fue protagonista de mi vida de infante, y eso que a pesar de concurrir al Colegio San Antonio yo estaba en otra con la fe. Pero era imposible, lo es, resistirse a sus obras de amor.
Una tarde en el "cole" de mi Carapachay, el tiempo estaba horripilante, lloviznaba y el cielo de repente se puso negro, cosa que asustó a todos. Entonces la señorita Rocío, la inolvidable española, nos hizo rezar un Ave María. Y la Virgencita nos escuchó, porque enseguida nomás el cielo se abrió y se fueron las nubes negras. Grande la Madre...
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