Aún me dura la enorme alegría de lo del viernes con Angola en San Isidro. Y para seguirla con mi amado país africano, les muestro aquí una espectacular.
La cosa fue así: anoche, con tanto Angola en mi mente, me acordé de este futbolista Hugo Lopes da Silva que jugó acá, en Defensa y Justicia, Comunicaciones y Excursionistas en la década del 90. El tipo, delantero, marcó 22 goles en 67 partidos en Argentina, incluso ascendió con el halcón de Florencio Varela a la B Nacional en 1996/97. Entonces busqué algo sobre él en Google (no me gusta decir “googlear”) y encontré material que se ha publicado en Tribunero.com, mi revista y mejor laburo hasta hoy. Y leyendo el artículo, del sitio En Una Baldosa, había un video que muestra al hombre cantando, su otra afición, con la guitarra, tipo yo con mi música, bueno, el angoleño se mandó un cover de All Night Long de Lionel Richie, para los que no recuerdan excelente tema del gran cantautor pop estadounidense, muy de moda a mediados de los 80. El pibe cantó, tocó, hizo capella, , todo bárbaro, dice que da conciertos, un genio. Otra linda de la linda Angola, que no sólo es política y fútbol, exporta talentos como éste. Vean aquí:
Bienvenidos a Así Es La Vida, un blog de todo un poco, una charla con un amigo, sin tiempo ni espacio, sin intereses, sin estructuras. El caminar de un ciudadano por la vida. Dedicado a mi madre Anita.
martes, 15 de noviembre de 2016
sábado, 12 de noviembre de 2016
SOÑANDO DESPIERTO EN UNA MÁGICA NOCHE ANGOLEÑA
Fue una noche de ensueño. Mäs que vivirla, casi fue soñar despierto con la magia de una noche perfecta de noviembre. Así fue la de este viernes, cuando asistí a la fiesta del aniversario de la independencia de Angola, mi querida Angola, que se puso hermosa para festejar sus 41 añitos. En un imponente escenario natural, las estrellas brillaron doblemente en el agradable clima primaveral, y la música y el ambiente alegre y cálido redondearon una jornada inolvidable para mi corazón.
Invitado por la divina Rosa Mangueira, les recuerdo la jefa de prensa de la Embajada, a quien conozco por mi participación radial en Amor por Africa, viví el honor y la alegría grande de estar en medio del caluroso grupo angoleño. Llegué junto a papá a las 7 y cuarto, tras un viaje largo y complicado en colectivo y un inesperado remise, a esa residencia de las Lomas de San Isidro, zona de altísima categoría del norte de Buenos Aires. Tras pisar la alfombra roja sobre el cemento y pasar la recepción, muy bien saludados, nos encontramos con el amable Ramiro, el joven argentino asistente de Rosa, a quien yo buscaba con ansias para darle un beso, pero una lástima que no apareció. Y las correctísimas recepcionistas nos pidieron sacarnos una foto protocolar con Hermínio Joaquim Escorcio, el embajador. El hombre, impecablemente trajeado, me saludó dándome la mano, yo lo saludé en portugués “Boa noite, feliz dia da independença” y le pregunté “¿vocé é o embaixador?”, con aplomo de mi conocimiento del idioma por TV Bandeirantes del 93. Me contestó sí amablemente, me tomó del hombro y posamos para la foto. De esa entrada bajo techo al imponente parque, lleno de mesas con manteles blancos, una pileta enorme iluminada, luces blancas por todos lados y hasta un pasto tupido, tan prolijo que asombraba, pura clorofila. “Nunca vi nada igual, tanto lujo”, comentaba extasiado papá mientras degustaba las entradas y la bebida que las mozas traían. Un gentiío argentino y africano, vestido de etiqueta, era el sonido de la reunión. Todo era impecable, todo fue impecable.
Ahí estuvimos parados un rato, admirando el atardecer naranja que caía sobre la fiesta angoleña, matizado por la cadenciosa música funcional. Yo no podía creerlo, no lo pude en toda la noche. Llegó la negrura nocturna, sólo cortada por el brillo de las luces del parque, y en semejante belleza visual, tipo 8 y media, comenzó formalmente el festejo, con los himnos de los dos países. Yo canté el argentino y seguí con curiosidad el de Angola, aplaudiendo en muestra de amor profundo. Acto seguido llegó el discurso de Escorcio, muy ameno y poco contracturado pero sobrio, en portugués y luego traducido al español e inglés por una joven mujer y al francés por otro joven. Enseguida, al borde de las 9, empezó la opípara cena, en mesas con cuatro copas y dos vasos por comensal para dar una idea del momento. Yo no pensaba en comer, primero que no tenía mucho hambre,segundo que la felicidad que sentía la dejaba de costado, enganchado entre el presente y los recuerdos del 85 que ya conté. Y sobre todo, por mi miedo escénico con la comida, que el embajador había anunciado que sería típica de Angola. Tenía referencia de cuando visité a Rosa en 2014 que los angoleños consumen mariscos. Y en efecto, llegaron cazuelitas con carne hervida, la famosa “feixoada” (similar a las lentejas) y todo tipo de frutos de mar, pulpo, bacalao, sardinas, entre otros. Todo regado por varias clases de bebidas con y sin alcohol, yo tomé Coca Cola helada mientras saboreaba aliviado la carne, que papá me fue a buscar de unos puestos cerca de la entrada.
En el transcurso de la cena, y mientras oía angoleños sentarse cerca nuestro, uno me saludó “buenas noches” en trabajoso español, y yo respondí “boa noite” con seguridad. Y un rato luego, apareció lo mejor de la preciosa noche: la exhibición artística angoleña, con varios números de danzas bajo un increíble fondo musical autóctono, rigurosamente descripto por el presentador argentino. Así fueron pasando la revita, la kisomba y al final el kuduru, llenas de despliegue y juego de luces perfectos. Y cuando yo creía que todo sería color rojo y negro, los de la nación del suroeste africano, un impactante “enganchado” bailable matizó la jornada. Y al borde del gran escenario, la gente se puso a mover desenfrenadamente, en un amplio abanico musical que fue de Roxette y David Lee Roth a Gilda, Osmani García y Ricky Martin. Nosotros seguíamos todo desde nuestras perfectas sillas, aunque luego nos acercamos al lugar. Mientras tanto, nos sorprendíamos con la presencia del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, y saboreábamos exquisitos palitos de helado, lujosa torta y delicioso café bien angoleño, fantásticamente atendidos por las mozas. Todo el tiempo, mi mente jugueteaba entre lo que estaba viviendo y 31 años atrás de esos días de primavera 1985, lo que me llenaba el alma.
Cerca de las 11 y 20, mientras la música seguía retumbando a puro ritmo y sonido, decidimos irnos, no había mucho más, al menos no nos enteramos. Y saludamos a Ramiro, que me felicitó por haber estado y nos charló divinamente; le consulté por la estrella faltante. “¿Dónde anda Rosa?”, con tono de ansia. “Je, sólo Dios sabe”, fue su clara respuesta. Parece que mi querida amiga angoleña estuvo en la organización y luego se fue, si no la hubiéramos visto. Me despedí de él, que me prodigó un abrazo más cálido que su gente, y tipo 12 abordamos el auto que nos devolvió a casa. Así fue el sueño. Mágico, precioso, feliz. Como un cuento. Como la realidad de esta mágica noche, como la de la independencia de Angola. De mi dulce Angola.
Invitado por la divina Rosa Mangueira, les recuerdo la jefa de prensa de la Embajada, a quien conozco por mi participación radial en Amor por Africa, viví el honor y la alegría grande de estar en medio del caluroso grupo angoleño. Llegué junto a papá a las 7 y cuarto, tras un viaje largo y complicado en colectivo y un inesperado remise, a esa residencia de las Lomas de San Isidro, zona de altísima categoría del norte de Buenos Aires. Tras pisar la alfombra roja sobre el cemento y pasar la recepción, muy bien saludados, nos encontramos con el amable Ramiro, el joven argentino asistente de Rosa, a quien yo buscaba con ansias para darle un beso, pero una lástima que no apareció. Y las correctísimas recepcionistas nos pidieron sacarnos una foto protocolar con Hermínio Joaquim Escorcio, el embajador. El hombre, impecablemente trajeado, me saludó dándome la mano, yo lo saludé en portugués “Boa noite, feliz dia da independença” y le pregunté “¿vocé é o embaixador?”, con aplomo de mi conocimiento del idioma por TV Bandeirantes del 93. Me contestó sí amablemente, me tomó del hombro y posamos para la foto. De esa entrada bajo techo al imponente parque, lleno de mesas con manteles blancos, una pileta enorme iluminada, luces blancas por todos lados y hasta un pasto tupido, tan prolijo que asombraba, pura clorofila. “Nunca vi nada igual, tanto lujo”, comentaba extasiado papá mientras degustaba las entradas y la bebida que las mozas traían. Un gentiío argentino y africano, vestido de etiqueta, era el sonido de la reunión. Todo era impecable, todo fue impecable.
Ahí estuvimos parados un rato, admirando el atardecer naranja que caía sobre la fiesta angoleña, matizado por la cadenciosa música funcional. Yo no podía creerlo, no lo pude en toda la noche. Llegó la negrura nocturna, sólo cortada por el brillo de las luces del parque, y en semejante belleza visual, tipo 8 y media, comenzó formalmente el festejo, con los himnos de los dos países. Yo canté el argentino y seguí con curiosidad el de Angola, aplaudiendo en muestra de amor profundo. Acto seguido llegó el discurso de Escorcio, muy ameno y poco contracturado pero sobrio, en portugués y luego traducido al español e inglés por una joven mujer y al francés por otro joven. Enseguida, al borde de las 9, empezó la opípara cena, en mesas con cuatro copas y dos vasos por comensal para dar una idea del momento. Yo no pensaba en comer, primero que no tenía mucho hambre,segundo que la felicidad que sentía la dejaba de costado, enganchado entre el presente y los recuerdos del 85 que ya conté. Y sobre todo, por mi miedo escénico con la comida, que el embajador había anunciado que sería típica de Angola. Tenía referencia de cuando visité a Rosa en 2014 que los angoleños consumen mariscos. Y en efecto, llegaron cazuelitas con carne hervida, la famosa “feixoada” (similar a las lentejas) y todo tipo de frutos de mar, pulpo, bacalao, sardinas, entre otros. Todo regado por varias clases de bebidas con y sin alcohol, yo tomé Coca Cola helada mientras saboreaba aliviado la carne, que papá me fue a buscar de unos puestos cerca de la entrada.
En el transcurso de la cena, y mientras oía angoleños sentarse cerca nuestro, uno me saludó “buenas noches” en trabajoso español, y yo respondí “boa noite” con seguridad. Y un rato luego, apareció lo mejor de la preciosa noche: la exhibición artística angoleña, con varios números de danzas bajo un increíble fondo musical autóctono, rigurosamente descripto por el presentador argentino. Así fueron pasando la revita, la kisomba y al final el kuduru, llenas de despliegue y juego de luces perfectos. Y cuando yo creía que todo sería color rojo y negro, los de la nación del suroeste africano, un impactante “enganchado” bailable matizó la jornada. Y al borde del gran escenario, la gente se puso a mover desenfrenadamente, en un amplio abanico musical que fue de Roxette y David Lee Roth a Gilda, Osmani García y Ricky Martin. Nosotros seguíamos todo desde nuestras perfectas sillas, aunque luego nos acercamos al lugar. Mientras tanto, nos sorprendíamos con la presencia del ex secretario de Comercio Guillermo Moreno, y saboreábamos exquisitos palitos de helado, lujosa torta y delicioso café bien angoleño, fantásticamente atendidos por las mozas. Todo el tiempo, mi mente jugueteaba entre lo que estaba viviendo y 31 años atrás de esos días de primavera 1985, lo que me llenaba el alma.
Cerca de las 11 y 20, mientras la música seguía retumbando a puro ritmo y sonido, decidimos irnos, no había mucho más, al menos no nos enteramos. Y saludamos a Ramiro, que me felicitó por haber estado y nos charló divinamente; le consulté por la estrella faltante. “¿Dónde anda Rosa?”, con tono de ansia. “Je, sólo Dios sabe”, fue su clara respuesta. Parece que mi querida amiga angoleña estuvo en la organización y luego se fue, si no la hubiéramos visto. Me despedí de él, que me prodigó un abrazo más cálido que su gente, y tipo 12 abordamos el auto que nos devolvió a casa. Así fue el sueño. Mágico, precioso, feliz. Como un cuento. Como la realidad de esta mágica noche, como la de la independencia de Angola. De mi dulce Angola.
viernes, 11 de noviembre de 2016
!FELICIDADES ANGOLA!
Música típica de Angola
Hoy es otro día muy tocante para quien escribe. Angola, el país del suroeste africano por quien tengo un amor muy especial, cumple 41 años de independencia. Este 11 de noviembre se conmemora el día en que se declaró la emancipación de Portugal en 1975. Aquellos recuerdos de infancia (VER PRÓXIMA ENTRADA), que me traen los primeros de mi amada Africa, y mucho más todavía aquella inolvidable experiencia de mi visita a la Embajada hace casi dos años afloran otra vez en mi corazón. Y lo harán hoy, cuando iré a la fiesta de su aniversario que luego les detallaré. Saludos a la divina Rosa Mangueira, jefa de prensa de la Embajada aquí en Argentina, y a todos los angoleños residentes en el país y en el mundo que puedan leer estas pocas pero cariñosas líneas.
jueves, 10 de noviembre de 2016
INVITADO A LA FIESTA PATRIA DE ANGOLA
Si ustedes han leído este humilde blog, recuerdan mi amor por Angola, el país del suroeste africano. Y se acuerdan de que hace dos años fui a la Embajada, me entrevisté con la divina Rosa Mangueira, la jefa de Prensa (ver “Mi Amanecer en Angola”) y pasé un momento increíble, de ensueño. Bueno, mañana viernes es el Día de la Independencia de Angola. Se cumplen 41 años desde su emancipación de Portugal en 1975. Y esta tarde Rosa me llamó y muy dulce, gentil, amable, me invitó a la fiesta conmemorativa, que será mañana a las 19 en un lugar de San Isidro, zona norte de Buenos Aires. Con el orgullo que me da que alguien de África me haga ese regalo, y con el brillo de aquel recuerdo de mi infancia (ver “Angola: el comienzo de mi interés por Africa”) estoy muy contento y ansioso por estar mañana con los cálidos angoleños, empezando claro por la morena y amable mujer. Será otro bello momento de este 2016 de bendiciones, de buenas, que incluyó Tribunero.com, mi psicóloga Nora, mis recitales, mi vuelta a la iglesia y más. Será, claro, otro momento con Africa y mi amada Angola. Mañana les cuento.
domingo, 6 de noviembre de 2016
HAY OTRAS FORMAS DE SEGUIR EL FÚTBOL
Buen domingo de sol y mucho calor para todos. Con el feliz fin del Fútbol Para Todos, este despilfarro convertido en oferta televisiva, bastante pobre aparte, habrá una nueva forma, en todo caso ya editada, de seguir el fútbol. Aún no hay nada confirmado de cómo se verán los partidos de Primera, se habla de empresas privadas. Y de que como en los 90, el cable transmitirá la acción, por lo que la gente deberá indefectiblemente pagar. Por lo que ya muchos se agarran la cabeza, se mueren sin ver esa porquería de partidos y de relatores. Pero no, no es así en absoluto.
Como escribí en mi entrada “El fútbol no merece un peso”, es un acierto de este Gobierno el haberlo sacado, ese dinero es para cosas mil veces más importantes que el fútbol televisado. Segundo, el fútbol da vergüenza con todo lo que está pasando en la AFA, bah, la comisión esa que la ocupa, y da vergüenza en el mundo con sus resultados, así que hay que bajarle la valoración. Tercero, pensemos que la gente ya paga el fútbol, no en la TV pero sí en las exorbitantes entradas a estadios, lo que ya ha sido un fraude. Y cuarto, y éste es el punto de mi nota, hay otras formas de seguir el fútbol. ¿Cómo hacía yo con 10 añitos para enterarme de cómo iba mi Boca? Sí, se daba algún partido, el de los viernes por ATC, o el del sábado, alguno más audaz mandaba el resumen de goles. Pero nada más. Nada de celular, tablet, YouTube, aplicacioncitas, nada. Bueno, yo con mi radio amada Sanyo me sentaba al aire libre en el fondo de casa y ahí seguía todo. Aún hoy lo sigo haciendo, la radio es el mejor medio y aparte conserva esa magia, ese romanticismo de los viejos tiempos de la Spica, de Muñoz, si quieren de Víctor Hugo. No ver fútbol por TV no es la muerte, al contrario, da vida, saca la presión cerebral que da escuchar y observar más de hora y media ese juego pobre, sin nivel, y encima no se sabe si los que hablan son políticos arengando o comunicadores de un espectáculo deportivo. Así que no hay que morirse, si se puede se paga, si no, sigamos con la vida de antes, que muy linda era. Ah: de última, vayamos a la puerta de los diarios, como era en los 30, a seguir el football.
Como escribí en mi entrada “El fútbol no merece un peso”, es un acierto de este Gobierno el haberlo sacado, ese dinero es para cosas mil veces más importantes que el fútbol televisado. Segundo, el fútbol da vergüenza con todo lo que está pasando en la AFA, bah, la comisión esa que la ocupa, y da vergüenza en el mundo con sus resultados, así que hay que bajarle la valoración. Tercero, pensemos que la gente ya paga el fútbol, no en la TV pero sí en las exorbitantes entradas a estadios, lo que ya ha sido un fraude. Y cuarto, y éste es el punto de mi nota, hay otras formas de seguir el fútbol. ¿Cómo hacía yo con 10 añitos para enterarme de cómo iba mi Boca? Sí, se daba algún partido, el de los viernes por ATC, o el del sábado, alguno más audaz mandaba el resumen de goles. Pero nada más. Nada de celular, tablet, YouTube, aplicacioncitas, nada. Bueno, yo con mi radio amada Sanyo me sentaba al aire libre en el fondo de casa y ahí seguía todo. Aún hoy lo sigo haciendo, la radio es el mejor medio y aparte conserva esa magia, ese romanticismo de los viejos tiempos de la Spica, de Muñoz, si quieren de Víctor Hugo. No ver fútbol por TV no es la muerte, al contrario, da vida, saca la presión cerebral que da escuchar y observar más de hora y media ese juego pobre, sin nivel, y encima no se sabe si los que hablan son políticos arengando o comunicadores de un espectáculo deportivo. Así que no hay que morirse, si se puede se paga, si no, sigamos con la vida de antes, que muy linda era. Ah: de última, vayamos a la puerta de los diarios, como era en los 30, a seguir el football.
martes, 18 de octubre de 2016
EL FÚTBOL NO MERECE UN PESO
Hoy se conoció que el Gobierno decidió no seguir con el programa Fútbol Para Todos, más que el del fútbol en directo un gastadero de dinero al cohete. Entonces, el revuelo arrasó con el ambiente, ya bastante convulsionado, del más lindo de los deportes. Como que los clubes ahora amenazan con parar el campeonato porque dejarían de recibir las millonadas que reciben, algo así como la friolera de 1800 millones de pesos por 2016. Y claro, entonces dejarían de hacer negocios, despilfarrar y todo lo que se sabe largamente que hacen.
Pero la verdad es que, más allá de quien tenga o no simpatía con este Gobierno, es una de las decisiones más acertadas del mismo. NO hace falta ser master en economía ni contabilidad para darse cuenta de la locura que se está generando en y con el fútbol, esa plata debe parar a, por ejemplo, el sistema de salud que critiqué en mi entrada anterior, entre otras muchas urgencias más importantes que este fútbol de quinta categoría al que somos sometidos los fines de semana, encima con los relatores de turno.
Pero hay algo más remarcable todavía: EL FÚTBOL NO MERECE UN PESO, no sólo por el gastadero en sí, sino porque en sí mismo no lo merece. Por qué darle guita a esos jugadorcitos idolatrados de golpe, que porque hacen 4 goles en 30 minutos son Maradona, o porque le hacen un gol a River son Mouzo. Por qué prestar dinero a un fútbol superendeudado, que agarra rápido cada billete vaya a saber para qué, porque no se sabe, peor que se sepa. Y por qué darle un peso al fútbol, cuando éste hace rato bajó su nivel, se cargó de contaminación, no gana nada a nivel internacional o va a los Olímpicos y da vergüenza. O no se puede armar un cuerpo técnico para un Sub 20, un Sub 20, no hablemos de algo más grande. El fútbol argentino, así como está y como está llevado, no merece ese premio. Más bien, el premio es no darle más para que se siga desordenando más.
Pero la verdad es que, más allá de quien tenga o no simpatía con este Gobierno, es una de las decisiones más acertadas del mismo. NO hace falta ser master en economía ni contabilidad para darse cuenta de la locura que se está generando en y con el fútbol, esa plata debe parar a, por ejemplo, el sistema de salud que critiqué en mi entrada anterior, entre otras muchas urgencias más importantes que este fútbol de quinta categoría al que somos sometidos los fines de semana, encima con los relatores de turno.
Pero hay algo más remarcable todavía: EL FÚTBOL NO MERECE UN PESO, no sólo por el gastadero en sí, sino porque en sí mismo no lo merece. Por qué darle guita a esos jugadorcitos idolatrados de golpe, que porque hacen 4 goles en 30 minutos son Maradona, o porque le hacen un gol a River son Mouzo. Por qué prestar dinero a un fútbol superendeudado, que agarra rápido cada billete vaya a saber para qué, porque no se sabe, peor que se sepa. Y por qué darle un peso al fútbol, cuando éste hace rato bajó su nivel, se cargó de contaminación, no gana nada a nivel internacional o va a los Olímpicos y da vergüenza. O no se puede armar un cuerpo técnico para un Sub 20, un Sub 20, no hablemos de algo más grande. El fútbol argentino, así como está y como está llevado, no merece ese premio. Más bien, el premio es no darle más para que se siga desordenando más.
lunes, 17 de octubre de 2016
SISTEMA DE SALUD MALO, MÉDICOS MALOS
A ver ustedes que tienen seguro más mundo y experiencia que yo, si me pueden explicar las mil y una pericias del sistema de salud en este país. Hace poco fui a hacerme un electrocardiograma para un certificado en el Sanatorio Norte, de Villa Adelina, para los que no conocen zona Norte de Buenos Aires, partido de San Isidro. El cardiólogo, el doctor Costabelo, no sólo llegó muy tarde, inadmisible en un profesional, sino que encima trató mal a la gente que estaba esperando en el pasillo del lugar, encima toda apretada, para colmo gente mayor, que merece el triple de respeto que los demás. El señorito, cuando alguien le preguntó no sé qué, contestó “no sé, voy a ver si me da la gana”. Imaginen que con semejante dulzura, si yo pretendía que me hiciera un certificado tan importante, el tipo me iba a dar un sillazo por la cabeza. Así que con papá Rafael nos fuimos a casa, claro que sin el papel que fuimos a buscar.
Como obviamente otro médico no lo puede hacer, tras pedir nuevo turno volvimos hoy al Norte y al divino cardiólogo. Mi turno con Costabelo era para las 10. Aparte, papá debía atenderse en la guardia por un lío menor. Bueno, él no fue atendido, y por mi parte, el tipo este vino pasadas las 10 y media. Recién tipo 11 y algo me atendió, no con mucha onda, qué pedir, y de mala gana me hizo el certi, es más, casi no lo hace, no sé por qué dijo que “no podía” cuando le presenté el electro. Con el certificado, esperé a papá que volvió a la guardia. Golpeó la puerta y nadie le abrió, no sabíamos si había alguien o no. Al fin un tipo abrió y al saber qué le pasaba, le dijo que “un especialista” lo iba a ver. Bueno, acá estoy escribiendo, esperando que el especialista aparezca.
Preguntas, ustedes respondan si pueden.¿Cómo un profesional así como este Costabelo tiene trabajo? ¿Cómo la dirección del hospital lo permite? Y más, y esto ya es general, ¿cómo esperar tres horas una guardia y al final irse sin atención, por más leve que sea el tema? ¿Cómo justificar que un médico te trate así porque cobran poco o porque trabajan mucho, como me dicen?
Todo dicho, ustedes saquen sus conclusiones. La mía es que el sistema de salud es una cagada, y encima en Argentina, país rico si los hay. Yo no me quejo por mí, tengo una salud de hierro, me quejo por la pobre gente grande. Eso sí, que no me agarre algo al corazón y tenga que ir a este chabón.
Como obviamente otro médico no lo puede hacer, tras pedir nuevo turno volvimos hoy al Norte y al divino cardiólogo. Mi turno con Costabelo era para las 10. Aparte, papá debía atenderse en la guardia por un lío menor. Bueno, él no fue atendido, y por mi parte, el tipo este vino pasadas las 10 y media. Recién tipo 11 y algo me atendió, no con mucha onda, qué pedir, y de mala gana me hizo el certi, es más, casi no lo hace, no sé por qué dijo que “no podía” cuando le presenté el electro. Con el certificado, esperé a papá que volvió a la guardia. Golpeó la puerta y nadie le abrió, no sabíamos si había alguien o no. Al fin un tipo abrió y al saber qué le pasaba, le dijo que “un especialista” lo iba a ver. Bueno, acá estoy escribiendo, esperando que el especialista aparezca.
Preguntas, ustedes respondan si pueden.¿Cómo un profesional así como este Costabelo tiene trabajo? ¿Cómo la dirección del hospital lo permite? Y más, y esto ya es general, ¿cómo esperar tres horas una guardia y al final irse sin atención, por más leve que sea el tema? ¿Cómo justificar que un médico te trate así porque cobran poco o porque trabajan mucho, como me dicen?
Todo dicho, ustedes saquen sus conclusiones. La mía es que el sistema de salud es una cagada, y encima en Argentina, país rico si los hay. Yo no me quejo por mí, tengo una salud de hierro, me quejo por la pobre gente grande. Eso sí, que no me agarre algo al corazón y tenga que ir a este chabón.
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