domingo, 11 de noviembre de 2018

A 100 AÑOS DEL FIN DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Este domingo 11 de noviembre se conmemora el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial. La historia oficial dice que la guerra terminó a las 11 de la mañana del día 11 del mes 11 de 1918. Ese día Alemania firmó el armisticio, un acuerdo de paz preparado por Francia y Reino Unido para poner fin a los enfrentamientos. Así acababa un conflicto que duró cuatro años y cuatro meses, en los que "La Triple Alianza", conformada por Alemania, Austria-Hungría e Italia, se enfrentó a la "La Triple Entente", integrada por Reino Unido, Francia y Rusia. El triste saldo fue más de 17 millones DE muertos entre soldados y civiles.

Hay cientos de libros dedicados a discutir las causas del conflicto, pero en medio de su complejidad hay un hecho puntual en el que los historiadores están de acuerdo: el evento que sirvió de detonante para que se desatara la guerra.

Fue el doble asesinato del archiduque de Austria-Hungría, Francisco Fernando, y su espossa Sofía el 24 de julio de 1914 en Sarajevo, entonces provincia bosnia del imperio austrohúngaro, por conspiradores serbios, en represalia porque Serbia quería recuperar Bosnia. El triste hecho desató tensiones: Austria-Hungría le declaró la guerra a Serbia, y sucesivamente los aliados de ambos se mezclaron en el conflicto, ocurrido a partir del 28 de julio de 1914 y que ocasionó alrededor de 21 millones de muertos entre militares y civiles.

Fuente: La Nación

sábado, 10 de noviembre de 2018

¿HAY QUE PENSAR MUCHO PARA SUSPENDER POR LLUVIA TORRENCIAL?

A lo largo de esta lluviosa jornada sobre Buenos Aires, íbamos informándonos momento a momento de la posible suspensión del superclásico Boca-River por la primera final de la Copa Libertadores. Que se juega, que no, que hay que esperar, que a las 2, que a las 3… Increíblemente, inexplicablemente, se esperó más de la cuenta para la decisión. Que se caía de madura, llovía torrencialmente (con cortísimos intervalos) y la Bombonera, escenario del primer choque, no estaba en buenas condiciones. Y el pronóstico sentencia lluvia hasta casi el martes. Entonces, no hay que pensar tanto para definir una cuestión tan importante como ésta. Una vez más queda en evidencia la desorganización que reina en la Argentina cada vez que llueve sobre el fútbol. Hay gente, incluso de lugares lejanos, hay seguridad, hay toda una estructura que lleva tiempo armar y desarmar para que con tan poco tiempo de antelación se resuelva suspender lo que se veía a simple vista.

PARECE QUE SER PROFESIONAL ES SER SOBERBIO

A menudo me contacto con profesionales de cualquier área, y noto una conducta rara y molesta en ellos. Si uno llega a cuestionarles algo, lo más nimio, se ponen mal y reaccionan. Me pasa hasta con algunos que son amigos o conocidos. Probablemente me pase a mí, profesional de periodismo, pero yo trato de que así no sea. Pero ellos parecen tener una aureola, algo invisible, como que por ser quienes son (docentes, abogados, médicos, periodistas) tienen que mostrarse fuertes, inexpugnables. Entonces les aflora la insoportable soberbia. Y entonces te tratan mal o destratan, vos perdés la confianza y la relación disminuye, se baja. Raros, molestos, gente que se cree más por su título, que no es más que uno laboral y punto, pero después siguen siendo iguales ante Dios. Hay que tener cuidado, no aislarse, pero tomar nota.

viernes, 9 de noviembre de 2018

HISTORIAS DE MIS 15: ESPECIAL AFRICA GOL

El más grande gusto que me pude dar con mi fanatismo por el fútbol africano. Un viernes en el colegio, mi flamante compañero de radio Fernando Tozzoli me prestó una SuperFútbol (la completísima revista que editaba Sólo Fútbol) que contenía un especial del tema titulado AFRICA GOL. Cuando llegué esa tarde a casa y lo leí en mi cama, no lo podía creer. Comentarios, historiales, números, la elección del Balón de 1986 Oro con los 50 y pico de apellidos votados. Con lo que me costaba encontrar algo en los medios... Y encima unas fotos increíbles. Un verdadero regalo que devoré ese fin de semana.

2015: BOCA-RIVER LIBERTADORES, ROUND 3



Resumen de la lamentable noche del gas pimienta

En 2015, Boca y River debieron cruzar sus vidas por tercera vez en el milenio en la Copa Libertadores. Iba a ser una fiesta, más allá de la rivalidad. Pero fue otra lamentable página negra de los gigantes del fútbol argentino. Y bien negra, tanto que no se terminó de escribir.

Fue milagroso cómo los dos tuvieron que enfrentarse en los octavos de final. Porque mientras el súper Boca de Rodolfo Arruabarrena ganó sus seis partidos de grupo, el River del por entonces nuevo Marcelo Gallardo pasó ajustadísimo, por un punto y gracias a un resultado ajeno, aquel raro 5-4 de Tigres de México al Juan Aurich de Perú. Pero se sabe que en el superclásico, como pasará este sábado y el que viene, los números previos no cuentan. Por eso, aquel mayo de 2015 fueron noches de predicciones incumplidas y finales inesperados.

El 7 en el Monumental, River anuló a Boca tácticamente y le ganó sobre el cierre, a los 82 minutos, cuando un inoportuno foul de Leandro Marín sobre el "Pity" Martínez fue penal que el uruguayo Carlos Sánchez convirtió en el 1-0 importantísimo, pero no decisivo. Faltaba la vuelta y, aunque el xeneize había jugado nada que ver con su arrasadora previa, el superclásico estaba abierto. Así fue la gran expectativa en la Bombonera el 14 de mayo, cuando la gente voquense creía en la remontada de su equipo y el pase a los cuartos de final.

Sin embargo, Boca volvió a decepcionar, sin fútbol, casi sin asustar al genial arquero Barovero. Y se le fueron otros 45 minutos con un 0-0 que parecía definitivo. Pero restaba el segundo tiempo, y todo podía pasar. El uruguayo Nicolás Lodeiro se preparaba para ingresar y darle al local algo de chispa, frente a un River siempre mejor parado.

En un segundo, la fiesta, el superclásico, la noche, se vinieron abajo, se hicieron negros. Apareció otro personaje en la historia de estos grandes, pero no un Riquelme, un Palermo, un Saviola, un Nasuti. Apareció un siniestro loco, un tal Adrián "Panadero" Napolitano, a quien se le ocurrió la nefasta idea de arrojar gas pimienta por un hueco de la manga protectora camino al vestuario, que cayó sobre varios futbolistas millonarios y afectó a algunos, como Leonardo Ponzio. Un escándalo impropio de un Boca-River, que se vio en todo el mundo, arruinó todo. Porque luego de muchos minutos, deliberaciones, desacertadas entradas de los presidentes, nefastos cantos de la hinchada local, el árbitro Darío Herrera decidió suspender, demasiado tarde tal vez, el partido. Para decorar la torta, la actitud harto repudiable de los jugadores de Boca, con el arquero Agustín Orión a la cabeza, quedándose en la cancha y saludando a los responsables de los incidentes.

Pero no terminó allí, sino (como parece que es habitual ahora) en los escritorios. Encabezado por su mandatario Daniel Angelici, Boca voló a Asunción del Paraguay, sede de la CONMEBOL, a presentar su descargo y pedir lo imposible, que el encuentro continuara. La entidad dijo correctamente que no, le dio el cotejo y la llave a River. Y el equipo de Gallardo, superior a su mediocre rival, lo dejó merecidamente afuera y siguió rumbo a su tercer título continental, que conquistaría ante el Tigres que lo ayudó a pasar de ronda. No fue la mejor rrevancha para las derrotas de 2000 y 2004, pero la gente millonaria lo festejó igual.

jueves, 8 de noviembre de 2018

2004: BOCA-RIVER LIBERTADORES, ROUND 2


Video del 2-1 de River, las rojas y penales de una noche inolvidable

Si en la Copa Libertadores 2000 el duelo Boca-River fue caliente, épico, emotivo, fuerte, cuatro años después un guionista invisible escribió uno aún más tremendo. No sólo porque volvieron a encontrarse en el gran marco sudamericano, sino porque libraron una nueva real pelea. Y porque de nuevo el Boca de Carlos Bianchi jugó al ajedrez y le dio jaque a su archirrival.

Como en mayo de 2000, ambos superaron a sus rivales en la eliminatoria previa, en este caso los cuartos de final, y se vieron en las semifinales. Y más de lo que se esperaba, la llave fue una batalla. Expulsados, peleas, incidencias, goles, polémicas dentro y fuera de la cancha. Y un final de película, como en el 2000, aunque no estaban Riquelme ni Palermo. Todo comenzó con vueltas y más vueltas para ordenar, como ahora, la distribución del público en semejante duelo. Luego de mucho lío, se decidió que no hubiera visitantes, algo poco común en ese tiempo, en ninguno de los dos encuentros.

El 10 de junio en la Bombonera, Boca ganó 1-0 con un cabezazo de su emblema Rolando Schiavi, pero a ambos les salió caro. Un foul del boquense Raúl Cascini originó una batalla entre varios jugadores que terminó con una agresión del actual DT millonario Marcelo Gallardo al arquero Roberto Abbondanzieri. Después de varios minutos de vergonzoso escandalete, Gallardo y Cascini se fueron expulsados, y más tarde el lateral visitante Ariel Garcé también vio la roja de parte del discutido Claudio Martín por foul fuerte. Y en tiempo agregado, un tiro libre de Carlos Tévez fue detenido por Eduardo Coudet con la mano dentro del área, un penal que hubiera sido el 2-0, pero Martín no sancionó nada y el partido terminó con el corto 1-0 xeneize.

Siete días después, la locura (porque así lo era) se daba en el Monumental. El técnico Leonardo Astrada, en su primer año en el rubro, dispuso línea de tres y mucho ataque para buscar la diferencia o al menos, un triunfo por un gol que forzara una definición por penales, ya que entonces los goles de visitante no contaban. Todo pasó en el segundo tiempo. Ni bien reiniciaron, el colombiano Vargas fue expulsado por el mundialista Héctor Baldassi por tener que agarrar a Luis González. Y un ratito después, el mismo Lucho sacó un remate tremendo para abrir el marcador. River tenía todo, como en 2000, para eliminar a Boca y tomarse desquite de cuatro años atrás.

Pero como ese 2000, lo dilapidó. Faltando seis minutos, el talentoso local Rubens Sambueza, ingresado por Coudet, se hizo echar tontamente por exceso verbal. Al mismo tiempo, el lateral Rojas se iba lesionado y Astrada no tenía más cambios. Rápido y sagaz, Bianchi mandó al campo al incisivo Franco Cángele, de las inferiores del xeneize, para buscar desborde y un empate. En su primera pelota, Cángele desbordó y centró al medio, y Tévez marcó el empate, aunque se pasó de conducta y al hacer la gallina (apodo vulgar de River) con las manos, también fue expulsado tontamente.

Herido, River tenía una última chance, y en el tiempo agregado, cuando Boca saboreaba una clasificación inolvidable, un tiro libre de otro gran joven, Fernando Cavenaghi, fue conectado por el canterano Cristian Nasuti en claro offside para un 2-1 inesperado. Ahora sí, los locales que copaban el Antonio Vespucio Liberti volvían a soñar con la revancha del 2000 en los penales.

Todos iban marcando su tiro, veteranos y juveniles. El retornado chileno Salas, Cavenaghi, Schiavi, los chicos Ledesma y Alvarez, que debió ingresar por Guillermo Barros Schelotto por la roja de Tévez. Hasta que otro joven, un surgiente Maxi López, ejecutó el quinto y el "Pato" Abbondanzieri se lució atajando. Y fue el cordobés Javier Villarreal, otro de poca edad y experiencia, quien marcó el final. Sí, Boca eliminaba no sólo al once de River, sino a los casi 70.000 hinchas que fueron a ver la victoria de su equipo. El rey de la estrategia Bianchi ganaba una nueva partida y su Boca iba a otra decisión copera, que luego perdería con Once Caldas de Colombia. Entonces River se sintió tal vez compensado. Pero esa noche de 2004, el millonario sucumbió otra vez en el superclásico más grande, el de la Copa.


2000: BOCA-RIVER LIBERTADORES, ROUND 1




Video de aquella noche mágica de Boca y Palermo

Todas las miradas están en el próximo sábado, el primero de dos trascendentes, cuando Boca y River se atrevan a desafiarse por la Copa Libertadores de América. Pero las miradas también tienen que estar en el pasado. Porque no es la primera historia fuerte de los gigantes de la Argentina en el gran marco copero. Jugaron muchas veces por fase de grupos, aquel 4-3 boquense del 91, aquellos triunfos millonarios del 86. Pero nada como aquella mágica noche del 24 de mayo de 2000 en que Boca comenzó a escribir el regreso a la gloria internacional, juxto contra su archirrival, en una jornada plena de emociones profundas.

Eran los cuartos de final de vuelta de una historieta intensa, la de la ida cuando en el Monumental, el River de Américo Gallego había ganado 2 a 1 con poco, aprovechando errores ajenos y cuidando bastante el triunfo en el cierre. Inexorablemente, uno de los dos debía enfrentar al América de México en semifinales. Y el mítico xeneize de Carlos Bianchi quería demostrar que no sólo en el campeonato local era bueno. Pero no lograba romper la defensa rival, en un millonario con bajas sensibles como Hernán Díaz y Gancedo en el medio.

Fue Juan Román Riquelme, en su ascendente vida de joven realidad, quien lo hizo. Iban 14 minutos del segundo tiempo y el as boquense hizo una genial jugada de las tantas suyas para buscar a Marcelo Delgado, y el "Chelo" definió ante la mala salida de Roberto Bonano. La llave estaba igualada, y el defensivo River buscó que así quedara para ir a unos utópicos penales. Como que el "Tolo" campeón del mundo 1978 colocó a Guillermo Pereyra, medio de recuperación, por nada menos que Pablo Aimar.

Mientras tanto, un éroe esperaba en el banco de suplentes. Martín Palermo, el impresionante goleador, volvía a una cancha luego de seis meses y una negra vida por la inoportuna lesión de ligamentos que lo dejó sin fútbol y sin venta a la Lacio italiana en 1999. A los 36 minutos, ingresó por Alfredo Moreno, uno de los modestos recambios del plantel, el santiagueño de los cinco goles al Blooming de Bolivia. Y entre Riquelme y Palermo hicieron la hazaña. A los 39, Trotta bajó a Battaglia en el área y el mundialista Angel Sánchez dio un penal que el diez transformó perfecto para el 2-0, que por fin metía a su equipo donde quería.

River se acordó tarde de ir por un descuento, pagando precio a su mediocridad. Pero faltaba cerrar la noche. Y fue Palermo, como en un guión de cine, quien lo hizo. En tiempo agregado y cuando los de Bianchi intentaban llevar el juego lejos, Riquelme comenzó la acción que siguió en Battaglia y derivó en Martín, que de espectacular remate hizo estallar la Bombonera en una emoción inolvidable. El héroe había vuelto. Boca goleaba 3-0, dejaba afuera a River ante su gente. Y empezaba a soñar con que no sólo en la Argentina era grande. Después superaría al América y a Palmeiras en otros épicos duelos. Pero antes tuvo que vivir esa noche de magia. Justo contra River.