viernes, 26 de abril de 2019

IMPORTANTE: CONCENTRARSE EN AQUÍ Y AHORA

Cada día, entre trabajo, tareas domésticas, trámites y pasatiempos, no sólo se nos pasa el día veloz como la luz. Aparte nos cuesta un montón hacer foco en algo. Estamos con una cosa ahora y con mil próximas en la cabeza. Abarcamos mucho y apretamos muy poco. Obvio que así nos volvemos locos, nerviosos, nos salimos de eje fácilmente. Nos alteramos y por qué no, podemos hacer peligrar al menos nuestra salud mental. Bueno, cuando sucede eso, no estamos enfocando donde debemos. ¿Dónde? Simple: aquí y ahora.

Lea esta secuencia: yo estoy escribiendo esta nota en este momento, aquí desde mi escritorio de toda la vida. En un rato haré algunas tareas en la casa, tendré que preparar la cena, tal vez pedir pizza, pero hay que ver cuánto me saldrá, que mañana y pasado tengo que comprar cosas y pagar cuentas y no sé si llego a fin de mes. A ver si encima a los bancos se les ocurre hacer paro. Y si hay paro, cómo viajo si no va a haber colectivos. Encima hay pronóstico de lluvia y yo que tenía esa cita amorosa. Y si llego tarde o no llego a la cita, la chica que me gusta se va con otro.

Y sí, usted se habrá vuelto loco con la secuencia de hechos. Bueno, es lo que pasa cuando vivimos así de disociados, un poco acá y otro mucho allá. Nada. Miremos el presente, el actual, no el general. Pensemos en lo que estamos haciendo en el momento con toda nuestra concentración ahí. ¿Después?, pregunta el cerebro. "Cerebro, después vemos, bancame un rato que estoy laburando", digámosle. El foco en lo actual nos dará más energía para ahcerlo, salga como salga. Y nos asegurará no volvernos locos, histéricos. Después, es como dice el tango: qué importa del después.



MARAVILLAS ASÍ ES LA VIDA: PASEO A LAS 6 DE LA TARDE

Fresco, llovizna, viernes, último día de la agitada semana. Quién pensaría en dar una vuelta por la calle. Hay quien lo piensa, y al pensarlo descubre que pasear a esa hora y en ese marco es una maravilla. El agua moja pero no molesta, al contrario, uno la disfruta, incluso si tiene que por poca fortuna pisar un charquito inesperado. Recorre el camino con mil elementos mientras sus sentidos se fijan en todo. El ruido de autos, de colectivos, el calzado de la gente al pasar, el de alguna campera voluminosa, el de las botas con taco de las mujeres. Las luces de los comercios, de las más chicas a los tubos bien brillantes, que forman un perfecto video. Las charlas de los paseantes, de las más tranquilas a esos vozarrones que se oyen de vereda a vereda, la de algún bebé en cochecito que también da una vuelta pero ni se entera. Uno va mirando, entra en algún negocio, hace alguna compra, en otros mira simplemente. Mientras, un viento lo sacude hasta su cabeza, pero él ni se inmuta, está más pendiente de esa música pop 80 que sale de un parlante del negocio de ropa de la cuadra. Tiene la campera algo mojada, pero más le entra ver esa tele de qué sé yo cuántas pulgadas con 4k de la cadena del hogar de más allá. Y luego de media horita de salida espontánea, vuelve a su casa pisando charquitos, mojándose un poco, sintiendo el viento fresco que bajó un par de grados, pero tranquilo, contento con la vuelta.

No todo es apuro, horario, programa. Uno disfruta, se despreocupa, vive. Un momento de placer en nuestra vida, aunque sea así de simple, es una real maravilla. Cualquier día, hora y lugar. Como, por ejemplo, ese paseo lluvioso a las seis de la tarde.

domingo, 21 de abril de 2019

CASI NO ME DEJAN SENTAR EN SHOW EN LA TRASTIENDA

La insociedad argentina sigue ahciendo de las suyas. El tema es que esta vez yo fui el que la sufrió. Grave fue lo que me sucedió anoche en el reconocido boliche La Trastienda, en San Telmo, cuando fui a ver otro show de Diego Desanzo, aquél que en 2016 me llevara a cantar al Teatro Astral. Ingresé con mi amigo Guillermo al lugar, donde había sillas vacías. Yo quería sentarme como era lógico, él le fue a preguntar al acomodador y éste le respondió: "No no, caballero, si no tenés entrada numerada no te podés sentar". Una vergüenza, y no porque yo sea persona con discapacidad. Hice caso omiso y me senté igual, y nadie dijo nada. Pero otra vergüenza más de estos tarados de la música, que se creen Dios y ni saben que Dios hay uno solo, y que nunca me discriminaría así, a mí o a cualquiera. Así estamos.

FELICES PASCUAS, ¿LA CASA ESTÁ EN ORDEN?

Buen día, muy Felices Pascuas de Jesús para todos ustedes. En la Semana Santa de 1987, en la Argentina un grupito de locos quiso atentar contra la merecidísima democracia. Sofocado el hecho, el glorioso presidente Raúl Alfonsín se dirigió al pueblo con la famosa frase "la casa está en orden, felices Pascuas". Tomando las palabras del mejor mandatario de nuestra historia, debemos decir que en esta Pascua 2019 la casa no está tan en orden. Cada día, cada hora, los cierres masivos de comercios, despidos, la hiperinflación que tanto le achacaban a Alfonsín, la pobreza, la mentira e irresponsabilidad permanente de los gobernantes hacen ver todo lo contrario. En democracia estamos en orden, ojo, eso es mucho. Pero la democracia sola no hace el orden. Necesita de un país en buen funcionamiento. Si no, quiere decir que la frase de don Raúl quedó en la anécdota.

viernes, 19 de abril de 2019

HISTORIAS DE INFANCIA: MI PRIMERA PASCUA

Estamos en época prepascual, por eso el recuerdo de mi infancia hoy va para allá. La primera Pascua que recuerdo fue la de 1984, a mis 11 añitos recién cumplidos. Fue el 22 de abril, cuando esa mañana soleada me regalaron un huevo de chocolate mediano con confites y todo, de la famosa marca Arrufat. Curiosamente, la noche anterior, el Sábado de Gloria, mientras la resurrección de Jesús era la alegría, yo había tenido un lío con mis viejos y estaba preocupado porque, en mi inocencia, creía que no iba a recibir mi huevito de chocolate en castigo. Hoy debo decir con certeza que, aunque no fuera creyente, Jesús estuvo ahí y tuve mi delicia. Y, aunque no fuera ni en lo más mínimo practicante, y eso que iba al San Antonio, pasé mi primera feliz Pascua.

¿CUÁNTOS VIVEN EN LA HUMILDAD?

Ahora llegamos a Viernes Santo, día de la Pasión de Jesús. Anoche estaba en la misa de Jueves donde el Señor se sentaba a comer con sus apóstoles, entre ellos un traidor, les lavaba los pies y luego sufría dolor físico y espiritual en el huerto de los Olivos. Jesús, aún en su peor hora, fue humilde. Entonces, relacionado con la entrada de abajo, pregunto lo mismo pero con esa condición: ¿cuánta gente vive en la humildad? Me quedo acá en la Argentina, ni hablemos de los dictadores alrededor del mundo. Cuántos quieren ganar, pasar por arriba, tener razón cuando no la tienen, gritar, imponer, darse aires, mostrarse exageradamente. Cuántos piensan en el otro, cuántos se despojan de sí para dar a los demás, no hablo de dinero ni materia. Cuántos somos así, porque yo tengo mi parte como todos. Después vamos a Viernes Santo y lo vemos al pobre Jesús, el más bueno de los buenos, humilde entre humildes, en la cruz. Ocupando un lugar que no debería ser para Él, que sin embargo por su humildad quiso ocupar. No digo que nos dejemos azotar por un ladrón, pero tampoco por la soberbia. Porque si no, también sin estadística, deberemos afirmar que muy poca gente vive en la humildad.

jueves, 18 de abril de 2019

¿cuántos viven en la normalidad?

No es la idea pegarle a nadie, pero la realidad de esta insociedad es la realidad. Permanentemente encuentro en mi camino o en el ajeno gente rara, de actitudes, pensamientos, forma de hablar, mentalidad. Y permanentemente me quejo, me gustaría que no fuera así. Pero es un poquito lógico. En este tiempo tan revuelto, ¿quién vive en lo normal? El argentino, pareciera, gusta el lío, no el de la agresión, pero sí el de la complicación, el enredo, la rareza. El que a uno le ahga decir "mirá este lo que hace" o el estribillo "cómo puede ser". Con las cosas que salen en los medios, o simplemente con las que uno ve en su caminar diario, se agota de tanta anormalidad. Pero parece que ser normal, ser correcto, ser uno más uno dos, está pasado de moda. Hoy es mejor cualquier forma contraria a la lógica, y por eso predomina fuerte. Y bueno, deberemos seguir conviviendo con ella y ellos. Porque, sin estadísticas, poca gente vive en la normalidad.