No sólo Italia había andado bajo en los anteriores Mundiales, hasta con turbia eliminación en 2002. En mayo de 2006, un mes antes de una nueva participación, la policía descubrió una red de managers de clubes importantes como Juventus y Milan que arreglaban nombramientos de árbitros para favorecerlos. Algunos jugadores de la azzurra, como el ya consagrado arquero Gianluigi Buffon, estaban bajo sospecha. Así fue el viaje a Alemania. Sin embargo, y a pesar de un camino irregular, la selección de Marcello Lippi terminó consagrándose por cuarta vez campeona del mundo, un título inolvidable por donde se lo mire.
Para el segundo Mundial del siglo XXI, Alemania, Inglaterra e incluso Sudáfrica se postularon, pero los liderados por el mismísimo Franz Beckenbauer ganaron el derecho por segunda vez tras el de 1974. Entonces la reunificada Alemania se preparó con todo su potencial, al punto de construir un nuevo estadio en Munich, el majestuoso Allianz Arena, que reemplazaba al legendario Olímpico de la final 74. También se hicieron y reformaron otros y se realizaron distintos eventos culturales sobre el país. Además, la selección del ex campeón mundial Jürgen Klinsmann era candidata, a pesar de que sólo el 3 por ciento de la gente creía en un título.
Hasta tierra germana llegaron 31 países y no 30, porque injustamente la FIFA decidió que de allí en adelante el campeón debía jugar las eliminatorias. Por suerte, Brasil no tuvo líos y le ganó el primer puesto de la CONMEBOL a la siempre enredada Argentina, primero de Bielsa y luego de José Pekerman. Mientras, Ecuador ratificaba su proeza de 2002 con una nueva clasificación. Pero la estrella fueron los debutantes, nada menos que ocho. De ellos, cuatro fueron desde África: Togo, verdugo de aquel sensacional Senegal; Costa de Marfil, sobre Camerún y Egipto; Angola que bajó a Nigeria y Ghana. También hubo novedades en Europa, con el regreso de Holanda, las ausencias de Bélgica y Turquía, el tercero de 2002, y los estrenos de dos ex integrados del este: Ucrania, de la ex Unión Soviética, y República Checa, una de las que eran Checoslovaquia. Además, Serbia y Montenegro representaba lo que quedaba de Yugoslavia y mandaba a España al repechaje. Y el otro inédito era Trinidad y Tobago, que batió a Bahrein en un loco playoff. En cambio, Uruguay, muy bien dirigido por Jorge Fossatti, perdía en esa instancia con Australia, que regresaba a la Copa luego de su antigua experiencia alemana.
Por primera vez en los Mundiales, el local y no el campeón era quien abría el torneo. El 9 de junio en el Allianz Arena, Alemania venció 4 a 2 a una digna Costa Rica, con el arbitraje del argentino Horacio Elizondo, que junto al uruguayo Jorge Larrionda marcaría presencia récord en la historia. Con los goles de Miroslav Klose y el joven Lucas Podolski, los locales ganaron su zona y fueron acompañados por Ecuador, que derrotó a Polonia y a los ticos para un histórico pase de ronda. Los pesados no tuvieron problemas obteniendo su grupo, entre ellos Argentina y Brasil. Inglaterra dejaba afuera a Paraguay, Italia eliminaba a los checos y la Francia de Zidane, el Portugal de Cristiano Ronaldo y España pasaban tranquilos. Los novatos quedaron en nada, salvo Australia que dejó a Croacia en vibrante 2-2, y Ucrania que sólo pudo vencer a Túnez y a Arabia Saudita.
El Mundial mostraba una carencia de jerarquía notable, en goles y en juego. Y se prolongaría a lo largo de las fases siguientes. En las eliminatorias directas se terminaba el gol de oro, ni siquiera el loco de plata de la Eurocopa 2004. Y en el mejor encuentro de los octavos de final, Argentina batía al México de Ricardo La Volpe con golazo de “Maxi” Rodríguez en alargue. En otro recordado, Francia remontó y dejó afuera a España, y Ucrania y Suiza protagonizaron un choque inédito, que dio el triunfo de los ucranianos, lo que hizo llorar de emoción a su técnico, el gran Oleg Blojin. Choque fue el de Portugal y Holanda, con cuatro tarjetas rojas y el éxito de los de Cristiano Ronaldo. Inglaterra despidió a un excelente Ecuador, Italia pasó con un penal dudoso sobre la hora ante Australia y Alemania y Brasil no se despeinaron para seguir en carrera.
Argentina tenía la constelación de los títulos Sub 20 de Pekerman. Entre ellos el chico del Barcelona, un delantero llamado Lionel Messi, que solía entrar en los segundos tiempos. El 30 de junio en Berlín, por los cuartos, el rival por el título soñado era nada menos que Alemania, primera vez que se veían en los Mundiales desde la famosa final del 90. En el arranque del complemento, Argentina se puso arriba por el cabezazo de Roberto Ayala, que disputaba su primera cita tras la malograda de 2002. Pero el arquero, el “Pato” Abbondanzieri, se lesionó y fue reemplazado por Franco, lo mismo que Juan Román Riquelme, en su única y deslucida presencia mundialista. El equipo se descuidó en u nlateral y Klose igualó faltando diez minutos. Jugaron treinta más, llegaron a los penales y los yerros argentinos y el papel del guardameta Lehmann (ver aparte) dieron el triunfo al local. Argentina se iba invicto, pero con toda la pena. Junto a los alemanes, estarían los italianos, que goleaban a Ucrania, y dos inesperados: Francia, que con cátedra de Zidane derrotaba al invencible Brasil de Parreira, y Portugal, que usaba los penales para eliminar a Inglaterra, donde Elizondo expulsó al gran Wayne Rooney.
A pesar de pocos goles y flojos partidos, las finales dieron lo suyo. En la primera semifinal, Alemania era candidato sobre Italia para ir a otra decisión. El partido fue tan parejo que entró en el alargue, que parecía desembocar en nuevo desempate desde once metros. Pero a los 118 minutos, el lateral Fabio Grosso enganchó una volea en el área y abrió el marcador. Y con el anfitrión loco en ataque, un contragolpe perfecto y Del Piero hizo el segundo y un triunfo impresionante, que ponía a la Italia que nadie esperaba en el lugar de los germanos. AL día siguiente, un penal de Zidane le dio el pase a Francia sobre Portugal, en pésimo encuentro. Los alemanes, igualmente, se subieron al podio otra vez, al vencer a los lusos por el tercer puesto, aunque Klinsmann dejó la selección por su ayudante Joachim Löw.
El 9 de julio, Argentina festejaba su aniversario de la independencia mirando la gran final. En el Olímpico de Berlín, con el histórico arbitraje de Elizondo, Francia era claramente el favorito y se puso arriba con otro penal de Zidane. Pero enseguida Marco Materazzi igualó para Italia de cabeza tras córner, y a pesar de intentos de ambos lados, el partido fue a otro tiempo extra, para seguir aburriéndose aunque fuera una final. Y allí pasó lo más importante, cuando los goleadores fueron protagonistas. Materazzi insultó a Zidane y el 10 le dio un cabezazo en el pecho. Elizondo no lo vio, pero las pantallas de TV del estadio mostraron la acción. El asistente Darío García le contó lo sucedido y el juez expulsó a Zidane, que así se despedía del Mundial y del fútbol, lo que ya había anunciado. Francia hizo lucir a Buffon con un par de entradas, pero el 1-1 siguió a los tiros desde el punto del penal. Y allí, otro argentino fue inesperado villano: David Trezeguet, campeón con Francia en el 98, erraba su lanzamiento que pegó en el travesaño y picó afuera. Y Fabio Grosso, el mismo del golazo a Alemania, era quien con el último marcaba el 5-3 y el cuarto título italiano, tan incrédulo como ése de 1982. Sobre las sospechas, su irregularidad, los pronósticos, Italia era el campeón. Una luz para tanta oscuridad.
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