Como alguna vez escribí, Así Es La Vida no tiene tiempo ni espacio. El 31 de julio pasado viví un momento de gran felicidad en la heladería CR de Carapachay, una de sus sucursales, cantnado mi canción por mi barrio, pasando un gran momento y hasta tomando helado gratis.
La cosa es así: en el verano, dos chicos del barrio me contactaron al saber de mi tema porque tienen intención de hacer un documental carapachense. Encontraron mi canción en YouTube (Diego Yamus - Canción para Carapachay) y no sólo me contaron del proyecto, sino también del espectáculo Carapachay No Duerme, que más arriba detallo. Si bien el documental (según ellos) está frenado, sí pude llamar a la heladería, de la que además soy cliente y recomiendo, y arreglé para ir y hablar de mis ganas de estar en el Carapa 2019. Hablé con Guille, hijo de Norma, la dueña, todos gente espectacular, y él decidió grabar el video que ven aquí abajo, instando a la gente de la Delegación Municipal (que tiene que ver en el asunto porque co organiza) a que se haga. Luego conté de todo, sentado en una de las mesas del coqueto lugar con vista a la hermosa avenida Independencia, y de mi gusto por el chocolate con almendras, por lo que uno de ellos me obsequió un precioso cuarto de kilo de ese delicioso gusto. Así pasé una noche de ensueño, como hice el año pasado al cantar en la Sociedad de Fomento, o como mis casi 40 años de vida en mi Carapachay amado.
Aquí el video que Guille grabó para promocionar el asunto:
Bienvenidos a Así Es La Vida, un blog de todo un poco, una charla con un amigo, sin tiempo ni espacio, sin intereses, sin estructuras. El caminar de un ciudadano por la vida. Dedicado a mi madre Anita.
viernes, 6 de septiembre de 2019
domingo, 1 de septiembre de 2019
!LLEGÓ SEPTIEMBRE! (PERO CON UN FRÍO...)
Y ya estamos en septiembre, en el último cuarto del año. Parece mentira que hace meses elaboramos el anuario 2018 y ya vamos por el mes 9. Y septiembre, indefectiblemente, se asocia a la primavera. Sin embargo, ésta llega recién el 21. En el almanaque, porque creo que va a tardar un poco más. Para estos primeros días se esperan fríos polares, algo lamentablemente lógico porque, se conoce de sobra, el clima ya no es el de antes. De los casi 30 grados del miércoles pasamos a 11 el viernes y menos de 8 este domingo. Y ni digo lo que viene en la semana. Es que el invierno, recordemos, empezó casi a principios de junio, cuando antes ya en abril o mayo empezaba a sentirse. Así que para el picnic, parece, habrá que tener paciencia y esperar.
ATENTOS, EL VÓLEY ANDA BÁRBARO
Me irrita que del único deporte que se habla en la Argentina es el fútbol. Hoy River-Boca, mañana cualquier otra cosa, hasta el ascenso tiene más prensa que las Leonas, los Pumas o el tenis. O el vólibol. Porque a éste nadie le da atención. Sin embargo, el deporte de seis por lado sigue dando motivos de alegría para el país. Ya no hay que quedarse en las gloriosas jornadas de los terceros puestos del Mundial 82 y Seúl 88. Hace dos años, el seleccionado Sub 23 fue inédito campeón del mundo. En 2011, la mayor fue cuarta en la ya extinta pero fortísima Liga Mundial. El año pasado, hizo buen papel en el Mundial. Este 2019 las dos ramas, masculina y femenina, ganaron medallas en los Juegos Panamericanos y en el vóley de playa. La Selección se clasificó a los Juegos Olímpicos de 2020 un año antes, mientras las chicas están a un paso. Y este sábado, el Sub 19 de varones fue tercero en el Mundial de Túnez, batiendo a por ejemplo Estados Unidos o Bulgaria. Los pibes piden paso, los grandes en Europa y acá continúan por la buena senda, los técnicos son muy serios y capacitados. Hay buen clima, no existe el "cabaret" que hubo un tiempo en el equipo nacional. Así se moldea un proyecto, fútbol. Sigan hablando de pavadas de Superliga, ligas europeas y qué sé yo qué más, que el vóley sigue haciendo historia.
viernes, 30 de agosto de 2019
HISTORIAS DE INFANCIA: TELEJUEGO DE LOS PALITOS
Uno de los mejores juguetes que tuve y que caracterizó AQUEL 1980 DE MIS SIETE AÑITOS. Era una especie de juego de computadora que se enchufaba al televisor, en este caso el Marshall, y con un comando provisto de un selector de 6 variantes de juego y palanquitas para mover unos palitos gruesos blancos que golpeaban una pelotita. Había distintos juegos: fútbol (con tres o cuatro palitos y un pequeño espacio al costado que asemejaba un arco), tenis con dos palitos, frontón con uno solo, squash, ping pong y otro que no recuerdo. Se podía jugar de a dos o solo, lo que yo hacía frecuentemente al atardecer. Un divertimento que hizo época, con el que pasé grandes momentos. Y como buen niño, me distraía tanto que me olvidaba de otras cosas.
LA CANCIÓN QUE ROBERTO CARLOS HIZO PARA EL AMAZONAS
Gracias a Dios, los artistas tenemos la capacidad de con nuestros dones hacer cosas maravillosas, tanto que podemos con por ejemplo la música mover conciencias, corazones, pensamientos. Uno de ellos es ese extraordinario cantante que es Roberto Carlos, brasileño intérprete de Amada Amante o Mi amigo del Alma entre otras glorias, que cantó esta pieza para el amado Amazonas. Un genio que reprodujo una letra de lo más fuerte, y encima vigente, presten atención a ella, habla del daño que se le hacía por entonces a la selva. Ojalá que reproducirlo sirva para tanta locura, del incendio y de los gobiernos.
Este es el video:
Este es el video:
EL AMAZONAS AFECTA A BRASIL Y A CARAPACHAY
Estos días hemos conocido, con inmensa tristeza (algunos ni le llevaron el apunte) los incendios de gran magnitud en la selva del Amazonas, un pecado mortal para el mundo ya que los expertos coinciden en que es el pulmón de la Tierra. Pero el humo, el fuego y otros elementos de peligro para la salud no sólo se sintieron en Brasil, afectaron otros países, entre ellos Argentina. Llegó hasta casi todas las provincias, empezando por Buenos Aires. Por lo que bien podría decir que el Amazonas le hace mal a, por ejemplo, mi Carapachay. Porque cuando el hombre quiere hacer añicos el planeta que Dios le creó para su vida, lo hace sin importar nada. Ni siquiera el lugar. Tengámoslo en cuenta, a nosotros también nos irrita, no sólo los ojos.
sábado, 24 de agosto de 2019
LA LEYENDA DEL RÍO DE ORO
Este es un pequeño hermoso cuento infantil que leí una mañana de los 80 en la casa de mi madrina Marta, en Olivos. El relato, como era tan chico, no lo recuerdo exacto completamente, pero lo que puedo recordar constituye una de esas lindas historietas que dejan algo en la mente, lo cual hoy buena falta hace.
La leyenda cuenta sobre tres hermanitos alemanes, Hans (el mayor), Schwartz (el del medio) y Gluck, el más chiquito. Los tres vivían cerca de un río que, según sabían, podía cambiar el color de su agua a oro. Para eso tenían que recoger agua en un recipiente y llevarla hasta el río, y allí echarla. Si se portaban bien tendrían su premio con el sueño de ver el río dorado, si no les sucederían cosas malas.
Como pasa en tantas familias, Hans y Schwartz, los mayores de Gluck, tenían tal ascendente sobre él que lo dominaban, lo retaban y en ocasiones lo trataban mal, hasta con cachetazos sin justificación. Gluck sólo lloraba y no respondía a las agresiones. Mientras, los otros dos cargaron agua y la llevaron al río. En el camino se encontraron con una persona enferma que les pidió un poco de agua, la que no le dieron. Luego con un anciano sediento, al que tampoco le convidaron, y luego con un perro que les pidió con su pata por favor un poco de ella, a lo que le propinaron un puntapié y lo echaron. Llegaron al río, vertieron el agua pero el río no cambió su color, y en cambio ellos desaparecieron.
Gluck también quería ver el caudal convertido en dorado. Pero su almita, su bondad, sus acciones fueron muy distintas. Llevó el agua a medio llenar un pequeño recipiente. Le dio al enfermo, y le quedó un cuarto. Se cruzó con el anciano y éste le rogó, a lo que Gluck le dio y sólo pidió que no la bebiera toda. Se encontró con el perro, y viéndolo agitado e indefenso, le dio otro poquito de agua. Así le quedaron tres o cuatro gotas. Gluck llegó al río, las echó y el río se convirtió, como su deseo, en color oro.
Las malas acciones, la prepotencia, el maltrato de Hans y Schwartz les impidieron realizar su sueño y encima los condenaron. La humildad, la dulzura de corazón, la generosidad de Gluck, que el poco agua que tenía la dio, le permitió al más pequeño hacer realidad su sueño feliz.
La leyenda cuenta sobre tres hermanitos alemanes, Hans (el mayor), Schwartz (el del medio) y Gluck, el más chiquito. Los tres vivían cerca de un río que, según sabían, podía cambiar el color de su agua a oro. Para eso tenían que recoger agua en un recipiente y llevarla hasta el río, y allí echarla. Si se portaban bien tendrían su premio con el sueño de ver el río dorado, si no les sucederían cosas malas.
Como pasa en tantas familias, Hans y Schwartz, los mayores de Gluck, tenían tal ascendente sobre él que lo dominaban, lo retaban y en ocasiones lo trataban mal, hasta con cachetazos sin justificación. Gluck sólo lloraba y no respondía a las agresiones. Mientras, los otros dos cargaron agua y la llevaron al río. En el camino se encontraron con una persona enferma que les pidió un poco de agua, la que no le dieron. Luego con un anciano sediento, al que tampoco le convidaron, y luego con un perro que les pidió con su pata por favor un poco de ella, a lo que le propinaron un puntapié y lo echaron. Llegaron al río, vertieron el agua pero el río no cambió su color, y en cambio ellos desaparecieron.
Gluck también quería ver el caudal convertido en dorado. Pero su almita, su bondad, sus acciones fueron muy distintas. Llevó el agua a medio llenar un pequeño recipiente. Le dio al enfermo, y le quedó un cuarto. Se cruzó con el anciano y éste le rogó, a lo que Gluck le dio y sólo pidió que no la bebiera toda. Se encontró con el perro, y viéndolo agitado e indefenso, le dio otro poquito de agua. Así le quedaron tres o cuatro gotas. Gluck llegó al río, las echó y el río se convirtió, como su deseo, en color oro.
Las malas acciones, la prepotencia, el maltrato de Hans y Schwartz les impidieron realizar su sueño y encima los condenaron. La humildad, la dulzura de corazón, la generosidad de Gluck, que el poco agua que tenía la dio, le permitió al más pequeño hacer realidad su sueño feliz.
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