sábado, 29 de diciembre de 2018

EL DÍA QUE CONOCÍ Y DEVORÉ LAS OREO

Mientras termino con esta lindísima sección de mis 15, cuento una de mis 17. El asunto viene por un gran gusto con lo dulce.

Corría agosto de 1990 y mi hermano Fabián había recién llegado de un viaje de placer a Canadá. Entre varios regalos de lo más increíbles, había traído una caja grande de galletitas Óreo, entonces absolutamente desconocidas acá en Argentina. Una tarde mirando TV en su pieza encontré la caja ya abierta, se ve que alguien las había probado. Pero era mi turno, y sin tener ni idea de cómo eran las nuevas delicias, probé xin mucha expectativa.

Pero el resultado fue de lo más sorprrendente, y de lo más rico. Después de la primera, me encantaron tanto, tanto, que empecé a comer hasta casi compulsivamente y no podía parar. Hasta que, claro, me tuve que contener y largué la exquisita novedad entonces norteamericana, que recién muchos años después llegó acá. Ahí aparecieron las promo, las Oreo con chocolate bglanco, etc. Lo que ustedes quieran. Pero esa nublada tarde de agosto 1990, las Oreo me sorprendieron, tanto que me llenaron el apetito. Y cómo.

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