En el buen verano 93 tuvimos la honorable visita de Alejandra Cabrera, la divina chilena empleada del local de ropa de mis viejos en Capital. Llegó una mañana con ellos, que tocaron el portero de nuestro departamento. Yo estaba en la cama y debí atender en calzoncillo. Mi vieja me vio y me mandó rápido a la cama para que la trasandina no me viera en paños menores. Salí corriendo por el pasillo, entré al depto y me zambullí en la cama, con tan mala suerte que ME LASTIME LA ESPALDA CON LOS FIERROS DEL RESPALDO...
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