En 1988 fuimos con mi hermano mayor Fabián y su amigote Jorge a andar en triciclo. Ya andando en el mío, no me di cuenta de que había una montañita de arena y sin querer me mandé un salto cortito, pero que me puso los nervios de punta. Jorge lo vio Y ME ELOGIÓ: “BIEN, DIEGUITO, BIEN ESE SALTO”. Susto, pero con estilo.
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