Hoy son ya 26 los años que soy periodista, el mayor título de mi vida, el único realmente profesional. Y en este 21 de diciembre, a dos décadas y media de esa inolvidable noche, quiero recordar el kilómetro cero de esta infinita, eterna historia.
Mi historia de mis estudios terciarios comenzó mucho antes de que pudiera averiguar sobre ellos. Una soleada tarde de 1989 escuché al gran Víctor Hugo Morales en una previa de fútbol en Radio Continental hablar de un lugar donde se daba periodismo. “Muchos me preguntan dónde pueden estudiar, y yo les digo que vayan a TEA, hay prácticas de relato y comentario...”. Allí le presté atención, pero luego me olvidé. Con el tiempo lo recordaría bien.
PROPAGANDA DE TEA EN SÓLO FÚTBOL
Pero todo comenzó recién ese abril 91 y tras otros aislados intentos. Una vez más, como tantas veces, un golpe de suerte solucionó el gran problema del año. Una nublada mañana leía sentado en el patio un ejemplar de la recordada revista semanal Sólo Fútbol, y de repente vi una propaganda que me parecía haber visto antes, pero que no recordaba. Decía en un costado: “¿Adónde puedo ir a estudiar periodismo deportivo?” Ahí puse el ojo. Y en la otra punta en diagonal abajo, decía “ANDÁ A DEPORTEA” y todos los datos. No lo podía creer... Enseguida me entusiasmé y se la mostré a mi mamá, que estaba cerca baldeando. Y desde ese bendito momento empezó la gran historia de mi carrera favorita.
CHARLAS PREVIAS EN TEA
A fines de aquel abril fui forjando el inicio de mi estudio en el gran TEA (Taller Escuela Agencia), y más precisamente en DeporTEA, su división deportiva. Primero mis padres averiguaron a partir de la bendita publicidad. Y una fría mañana fui yo con ellos y mi cuaderno de la crónica que hice del Mundial Italia 90 hasta ese gran edificio en la calle Lavalle, en plena Capital. Subí la larga escalera hasta el hall del primero de los tres pisos y allí me vi y saludé por primera vez con el gran Guillermo Blanco, uno de los tres directores, a quien nunca había oído nombrar.
Tras una corta espera, de allí fui a una pequeña oficina y empecé a charlar con él. Cuando le dije mi nombre, el morocho acotó “otro Diego más, Maradona, Latorre...”. Y luego de hojear mi crónica del 90, dijo: “Veo que esto te gusta mucho”. Enseguida informó a mis padres: “Lo vamos a poner con Enrique Escande, el jefe de la agencia de noticias EFE”. Y un regalo extra: en breve él enviaría una carta a nada menos que Víctor Hugo Morales recomendándome... unos días después me inscribía. Estaba por comenzar mi gran sueño, ese que no muy atrás parecía irrealizable.
PROBLEMAS PREVIOS
Sin embargo, como tantas otras cosas de mi vida, no fue fácil. La idea de tener que ir al centro parecía un obstáculo insalvable. Y una mañana en el comedor lo discutimos en familia: yo ya pensaba no ir, mi mamá habló con mi hermano mayor Fabián que le sugirió que me mandara en los nuevos remises. Al final el lío se solucionó con que mi papá me llevaría.
Y LLEGÓ EL COMIENZO
Y aquella mañana de mayo, un mes más tarde del inicio de clases, arranqué mis sueños de periodista deportivo sentado en ese aula del primer piso, en uno de esos singulares bancos pequeños con pupitre, con mi carpeta negra y una birome. Allí estuve con el genial Enrique Escande, mi tallerista en este primer año, y unos 20 compañeros. Ese apenas recordado día fue el primero de mi nueva historia y el que cambió mi vida aquel 1991.
Como era previsible, mi primer año periodístico fue algo complicado. La nueva realidad de la etapa terciaria trajo muchos cambios a los que me costó adaptarme: nuevo estudio, método y nivel de excigencia, nuevo lugar y en Capital, otros compañeros y autoridades. Además no tuve gran aplicación al trabajo, llevándome dos materias, y poca relación con los chicos. Sin duda este 1º A fue el más difícil de los tres años y el reflejo de ese tiempo de transición. Pero, al menos, fue el comienzo de mi carrera. Nada menos.
Bienvenidos a Así Es La Vida, un blog de todo un poco, una charla con un amigo, sin tiempo ni espacio, sin intereses, sin estructuras. El caminar de un ciudadano por la vida. Dedicado a mi madre Anita.
sábado, 21 de diciembre de 2019
viernes, 20 de diciembre de 2019
HISTORIAS DE INFANCIA: CUANDO LA VIRGEN LIMPIÓ EL CIELO
Decir Navidad es decir niñez. Es decir Jesús niño y Dios. Y es, sobre todo, aunque Ella sea tan humilde, María, su Madre, nuestra Madre, la Virgen. Ella también fue protagonista de mi vida de infante, y eso que a pesar de concurrir al Colegio San Antonio yo estaba en otra con la fe. Pero era imposible, lo es, resistirse a sus obras de amor.
Una tarde en el "cole" de mi Carapachay, el tiempo estaba horripilante, lloviznaba y el cielo de repente se puso negro, cosa que asustó a todos. Entonces la señorita Rocío, la inolvidable española, nos hizo rezar un Ave María. Y la Virgencita nos escuchó, porque enseguida nomás el cielo se abrió y se fueron las nubes negras. Grande la Madre...
Una tarde en el "cole" de mi Carapachay, el tiempo estaba horripilante, lloviznaba y el cielo de repente se puso negro, cosa que asustó a todos. Entonces la señorita Rocío, la inolvidable española, nos hizo rezar un Ave María. Y la Virgencita nos escuchó, porque enseguida nomás el cielo se abrió y se fueron las nubes negras. Grande la Madre...
HISTORIAS DE INFANCIA: MI PRIMERA NAVIDAD
Se viene una nueva Navidad. Y decir esa mágica palabra y decir niñez es casi lo mismo. En esta bellísima sección de Así Es La Vida, les cuento mi primer registro navideño.
Una bella noche DE 1979, en mi gloriosa casa de Ramón Castro, en Carapachay, fue escenario de la primera Nochebuena de mis recuerdos. Esa vez, luego de la cena con muchos familiares, fui al living a esperar mis regalos y recibí un autito verde claro mediano a fricción, que admiré sentado en el suelo delante de los almohadones azules del enorme living.
Una bella noche DE 1979, en mi gloriosa casa de Ramón Castro, en Carapachay, fue escenario de la primera Nochebuena de mis recuerdos. Esa vez, luego de la cena con muchos familiares, fui al living a esperar mis regalos y recibí un autito verde claro mediano a fricción, que admiré sentado en el suelo delante de los almohadones azules del enorme living.
NUNCA DEJES DE TRABAJAR POR UNA PENA
Que las penas pesan, es evidente en la mayoría. Y que las mismas son lamentablemente más importantes que las buenas, también. Pero nos equivocamos cuando la pena, dolor, duelo, como sea que se llame, supera largamente, casi sepulta a lo bueno. Entonces no comemos ni dormimos bien, no vivimos, nos perdemos hasta lo que nos gusta. Y lo peor de lo peor, no queremos trabajar. Sea el trabajo propiamente dicho o cualquier otra tarea. No señores de mi corazón, cómo vamos a dejar que el agua turbia nos ensucie. Ni una desaparición, ni un noviazgo roto, ni cualqier situación chiquita o grande nos debe sacar de eje tanto como para no estar activos. Todo lo contrario: si trabajamos, si nos movemos, lo superamos, se los aseguro por experiencia propia. Bueno, es casi obvio que la actividad cura toda herida. Pero no viene mal recalcarlo en estos tiempos donde nuestras mentes están que echan humo. El trabajo es salud, tanto como para curar un dolor, cualquiera sea su origen.
CRONISTA SE QUEJÓ POR COMIDA EN RALLY URUGUAYO
Allá por los 80, la revista de autos Corsa, que yo compraba fanático del rally, solía hacer notas excelentes de la disciplina. Entre otras, tenía la idea de enviar un cronista, Carlos "El Negro" Neira, como navegante de algún piloto profesional para contar una carrera desde adentro, como un protagonista más. Resulta que en 1987, Neira fue invitado a participar del Rally del Lago, famosa prueba que atravesaba Punta del Este y otros sitios de interés turístico en Uruguay.
Luego de hacerlo, el cronista no quedó nada conforme con su experiencia y criticó a la organización con distintos puntos. Uno fue la comida, que según su nota "nos dieron un "sánguche" (textual) y un postre en una bolsita". La organización mandó su descargo de las distintas críticas. Y a la de la comida, respondió con acierto: "El señor Neira no puede pretender un almuerzo con velas y manteles blancos en medio de una prueba de jerarquía internacional como el Rally Del Lago…". Polémica y risueña, la respuesta fue una de tantas que el periodista se llevó por sus broncas. ¿Qué habrá dicho después el Negro?
Luego de hacerlo, el cronista no quedó nada conforme con su experiencia y criticó a la organización con distintos puntos. Uno fue la comida, que según su nota "nos dieron un "sánguche" (textual) y un postre en una bolsita". La organización mandó su descargo de las distintas críticas. Y a la de la comida, respondió con acierto: "El señor Neira no puede pretender un almuerzo con velas y manteles blancos en medio de una prueba de jerarquía internacional como el Rally Del Lago…". Polémica y risueña, la respuesta fue una de tantas que el periodista se llevó por sus broncas. ¿Qué habrá dicho después el Negro?
martes, 17 de diciembre de 2019
¿QUÉ LE PASA A CIERTA GENTE RARA EN DICIEMBRE?
Diciembre, sabemos muchos, es mes de líos, de trabajo copioso, de superposición de actividades, de eventos, de pensamientos. Que las fiestas, en primer lugar, que las despedidas, que el cumple de tal o cual que capaz ni conocemos pero vamos porque hay que ir. El estudio, los actos finales de colegios. El gentío, el calor, el tráfico, los ruidos. Pero nada justifica que cierta gente es tan rara que no ayuda en nada. Gente con la que uno no parece poder contar, y si se puede, es casi por medio de una audiencia solicitada de antemano, como si fuera el Presidente. No te atienden el teléfono (bha, ni teléfono, hay que ver si te contestan los whatsapp), no te cumplen con promesas, ni amigos ni profesionales o vinculados a servicios, tenés que andar llamándolos permanentemente, perdiendo tu tiempo, y encima se te enojan. Todos qieren mandar, todos quieren hacer lo suyo, nadie parece estar interesado en colaborar con el otro. Sí, es cierto, es lo que sucede en nuestra Argentina tan egoísta todo el año. Pero se ve que particularmente diciembre es tiempo de puertas cerradas, de "no" antes que jugársela y decir sí. El ego nos puede cada vez más, y más en diciembre. Será por eso que todos lo odiamos. Pero no hacemos nada para mejorarlo.
domingo, 15 de diciembre de 2019
ENTRE MOZART Y EL TANGO, YO CON MARZÁN
Este sábado por la noche viví otro momento de gala para mi vida musical y más aún personal. Tras haberlo visto en Noviembre y arreglado con él, anoche tuve la dorada ocasión de cantar en el excelso show del maestro Mario Marzán, reconocidísimo y eximio pianista que engalanó varios programas de la más famosa TV, congente como Gerardo Sofovich, Susana Giménez o Silvio Soldán. En el bar Santa Paula de Florida, norte de Buenos Aires, hizo como cada segundo sábado de mes un espectáculo que incluyó obras de Mozart, tango y pasodoble. Y, también, a este humilde músico.
Tras llegar a las ocho y medi a de la cálida noche, me instalé en una mesa del casi repleto barcito y esperé absorto y ansioso mi oportunidad, que aún increíblemente no estaba seguro si se daría. Pero cerca de las nueve, Marzán vino, me estrechó la mano y antes de que dijera nada, me le anticipé y le comenté de su invitación, y me confirmó que iba a tocar. Alivio después de una semana de algo de incertidumbre.
Seguí con nervios y apenas disfrute el comienzo del recital, donde Marzán se mandó un enganchado de Mozart para el recuerdo, dando luego tango y pasodoble con sus mágicos dedos. Y a eso de las casi 10, justo cuando estaba por tomar un jugo que había pedido, el maestro me llamó. Me levanté con mi guitarra, y para mi gratísima sorpresa, de la nada, como magos, aparecieron cinc o de mis adorados compañeros del Instituto Güemes de la secundaria, con quienes me reencontré ese Noviembre. La divina Alejandra "Mongui" Dib, recién retornada de su periplo caribeño, fue quien apareció de golpe, me acompañó cerca del piano, me sentó y allí hice mi tema Princesa, un superclásico mío que además elegí creo con buen tino, a tono con la músic a de primerísimo nivel que venía disfrutando.
Con emoción y tensión mezcladas como de costumbre en mí, canté el lindo y rítmico melódico que Mario intentó acompañar y lo hizo tras la segunda parte, con una intuición musical sólo de un genio como él. Más fue mi emoción entonces, imaginen un pibe como yo matizado por una estrella como él. Me rompí todo para que saliese perfecto y afinado, no podía ser de otra forma, y el cierre fue espectacular, cuando el maestro tocó un final con los acordes del estribillo, generándome más admiración y aplausos cerrados de lo que yo ya había cosechado. Felicísimo retorné a mi mesa, y allí la sorpresa de ver más gente del Güemes: la cariñosa Marcela Gay, la siempre demostrativa Roxy Spinelli, la excelsa Patri Ramos y un lujo: Martín Filippi, el genial morocho de mi primer programa de radio Hot Dog y testigo de tantas aventuras adolescentes.
Abrigado por el calorcito de todos ellos, seguí paladeando, bebiendo la noche de oro que Marzán regaló al nutrido público, que explotó con cada cantante invitado, cada pieza del maestro, cada tema conocido, del tango al folklore argentino, de Naranjo en Flor a Oh Sole Mío. Los chicos también lo pasaban bien,aunque era lógico más metidos en charlarse y reírse que e en una música que no es la suya, pero igual aplaudieron. Luego Marzán vino a mi mesa, me saludó y a ellos. Filippi quería mitigar el ruido que habían hecho todos: "Éramos nosotros los del bullicio, disculpe maestro", le dijo. Él se lo tomó con gran simpatía, hasta bromeó "ustedes no parecen la edad que tienen".
Y con Mongui como casi mi guardaespaldas de tanto que me llevaba, nos fuimos entre risas y comentarios, al mejor estilo secundaria. Y ellos me regalaron otra cena en un restaurante de Olivos, cerca del bar. Fue el broche de oro paraotra gran noche de mi vida. Como la de 2016 en el Teatro Astral, como aquélla de 1990 de mi graduación. Con Mozart, Marzán y los compañeros de la adolescencia, tenía que ser una noche de magia. Porque yo estuve cantando entre todos ellos.
Tras llegar a las ocho y medi a de la cálida noche, me instalé en una mesa del casi repleto barcito y esperé absorto y ansioso mi oportunidad, que aún increíblemente no estaba seguro si se daría. Pero cerca de las nueve, Marzán vino, me estrechó la mano y antes de que dijera nada, me le anticipé y le comenté de su invitación, y me confirmó que iba a tocar. Alivio después de una semana de algo de incertidumbre.
Seguí con nervios y apenas disfrute el comienzo del recital, donde Marzán se mandó un enganchado de Mozart para el recuerdo, dando luego tango y pasodoble con sus mágicos dedos. Y a eso de las casi 10, justo cuando estaba por tomar un jugo que había pedido, el maestro me llamó. Me levanté con mi guitarra, y para mi gratísima sorpresa, de la nada, como magos, aparecieron cinc o de mis adorados compañeros del Instituto Güemes de la secundaria, con quienes me reencontré ese Noviembre. La divina Alejandra "Mongui" Dib, recién retornada de su periplo caribeño, fue quien apareció de golpe, me acompañó cerca del piano, me sentó y allí hice mi tema Princesa, un superclásico mío que además elegí creo con buen tino, a tono con la músic a de primerísimo nivel que venía disfrutando.
Con emoción y tensión mezcladas como de costumbre en mí, canté el lindo y rítmico melódico que Mario intentó acompañar y lo hizo tras la segunda parte, con una intuición musical sólo de un genio como él. Más fue mi emoción entonces, imaginen un pibe como yo matizado por una estrella como él. Me rompí todo para que saliese perfecto y afinado, no podía ser de otra forma, y el cierre fue espectacular, cuando el maestro tocó un final con los acordes del estribillo, generándome más admiración y aplausos cerrados de lo que yo ya había cosechado. Felicísimo retorné a mi mesa, y allí la sorpresa de ver más gente del Güemes: la cariñosa Marcela Gay, la siempre demostrativa Roxy Spinelli, la excelsa Patri Ramos y un lujo: Martín Filippi, el genial morocho de mi primer programa de radio Hot Dog y testigo de tantas aventuras adolescentes.
Abrigado por el calorcito de todos ellos, seguí paladeando, bebiendo la noche de oro que Marzán regaló al nutrido público, que explotó con cada cantante invitado, cada pieza del maestro, cada tema conocido, del tango al folklore argentino, de Naranjo en Flor a Oh Sole Mío. Los chicos también lo pasaban bien,aunque era lógico más metidos en charlarse y reírse que e en una música que no es la suya, pero igual aplaudieron. Luego Marzán vino a mi mesa, me saludó y a ellos. Filippi quería mitigar el ruido que habían hecho todos: "Éramos nosotros los del bullicio, disculpe maestro", le dijo. Él se lo tomó con gran simpatía, hasta bromeó "ustedes no parecen la edad que tienen".
Y con Mongui como casi mi guardaespaldas de tanto que me llevaba, nos fuimos entre risas y comentarios, al mejor estilo secundaria. Y ellos me regalaron otra cena en un restaurante de Olivos, cerca del bar. Fue el broche de oro paraotra gran noche de mi vida. Como la de 2016 en el Teatro Astral, como aquélla de 1990 de mi graduación. Con Mozart, Marzán y los compañeros de la adolescencia, tenía que ser una noche de magia. Porque yo estuve cantando entre todos ellos.
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