sábado, 21 de abril de 2018

HISTORIA MUNDIAL: ARGENTINA 78




Así vivió José María Muñoz los goles del título ante Holanda

Como Brasil en los 50, la selección de Argentina venía para 1978 de fracaso en fracaso. Rápidas eliminaciones en el 62 y 66, escándalo en Wembley, no ir al 70, el papelón con Holanda del 74. Pero se hizo de abajo por primera vez en tanto tiempo, y por fin obtuvo el mayor logro de un país en fútbol: el Mundial. Un Mundial que realizó en su propia tierra, salpicada con el terror de la dictadura que inoportunamente se entrometió en él. Pero no por eso deja de ser una página brillante de la historia albiceleste.

Argentina había sido designado sede, por fin tras tantos intentos, en 1966, cuando en Londres la FIFA también adjudicó las de Alemania 74 y españa 82. Todo venía bien, con el apoyo del gobierno de Juan Domingo Perón, hasta que la irrupción militar cargó la Copa del Mundo de política y estado, si es que había estado. Organismos de derechos humanos sabían lo que sucedía en nuestro país y comenzaron la llamada "campaña antiargentina", que incluyó jugadores como el mismísimo Johan Cruyff, que se negó a viajar con Holanda. Pero los responsables de llevar adelante el Mundial crearon el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), construyeron nuevos estadios en Córdoba, Mendoza y el Minella de Mar del Plata, refaccionaron el Monumental de River Plate y el José Amalfitani, y hasta levantaron una planta transmisora de televisión a color, tecnología reciente que sin embargo no llegó a la gente, sólo al mundo. Todo muy lindo, prolijo, limpio, para no dejar sospechas de negrura.

En ese feo marco, igual Argentina 78 fue un gran torneo. Los 16 países fueron con sus figuras, hubo muy buenos partidos, mucha emoción y varios matices. El sistema de competencia era el del 74, con los ocho clasificados de la primera fase divididos en dos grupos y con el ganador a la final. Las eliminatorias superaron por primera vez los 100 inscriptos y, como siempre, dieron qué hablar. Italia eliminó a Inglaterra por diferencia de gol, regresaron Francia y España, éste con un decisivo gol del argentino ex Atlanta Rubén Cano a Yugoslavia, y Uruguay conocía el subsuelo al no poder con Venezuela y Bolivia, luego derrotado por Brasil y Perú en novedoso minitorneo en Colombia. México volvió tras su caída del 74 y África y Asia trajeron dos nuevos: Túnez e Irán, quienes también harían su ruido.

La inauguración, con mucho tinte militar como cada símbolo del Mundial, fue el 1 de junio en el Monumental, donde el campeón vigente Alemania Federal jugó muy mal y Polonia le sacó un 0-0. Pero el día clave para el país era el siguiente, el 2 en el mismo escenario, atiborrado de 77.000 personas y lluvia de papelitos (costumbre recién iniciada) para alentar al equipo local contra Hungría. La Selección se había preparado en serio, al comando de César Luis Menotti, que desde 1974 había llevado adelante un inédito proyecto a largo plazo que revolucionó la historia del fútbol argentino, convocando gente del interior, haciendo amistosos en el país y afuera con grandes equipos, entrenamientos de lo más concienzudos. Y tras un mal comienzo, perdiendo a los 10 minutos, Leopoldo Luqe empató cinco después, y luego de mucho batallar, Ricardo Daniel Bertoni logró a los 83 el ansiado triunfo. Otra victoria sobre la potente Francia de Platini dio el pase a la segunda ronda, a pesar de caer en el cierre con una reinventada Italia y su dúo Paolo Rossi-Bettega.

Los otros grupos tuvieron clasificados lógicos, pero mucho drama. Alemania comenzó a dejar mala imagen al pasar con goleada a México pero con un deshonroso 0-0 ante Túnez, que dio la nota al batir a los aztecas en Rosario, primer éxito africano en la Copa. Polonia fue quien ganó ese Grupo 2 que también se disputó en el nuevo estadio de Córdoba, hoy el Mario Kempes. Otro que ofreció pobreza fue el Brasil de Claudio Coutinho, que con un insoportable tacticismo casi queda afuera en Mar del Plata ante españa, aunque al final venció al retornado Austria, con quien pasó. Y en el 4 en Mendoza y Córdoba, Holanda no tenía a Cruyff pero se las arregló para ser escolta de un genial Perú, vencedor de escocia e Irán con los goles de Teófilo Cubillas.

En la siguiente fase se destaparon los que fueron finalistas. Argentina y Holanda no habían convencido, pero arrasaron en sus grupos. La naranja goleó a Austria y superó a una Italia con problemas físicos. La Selección se trasladó a Rosario, donde tras vencer a los polacos y no poder con Brasil llegó a la última jornada igualado con los brasileños, pero con peor saldo de goles. Como los de Coutinho batieron 3-1 a Polonia, Argentina debía hacerle cuatro goles a Perú. Mucho se dijo y escribió de ese partido. La realidad fue que ese 21 de junio en el Gigante Lisandro de la Torre de Rosario, los incaicos tuvieron dos chances clarísimas antes de los 10 minutos: un tiro de Muñante en el palo y Oblitas que solo ante Ubaldo Fillol la tiró afuera. Y la realidad fue que luego, la albiceleste desplegó un fútbol potente y eficaz. Entre Mario Kempes, autor del 2-0 a Polonia, Luque y el resto lograron el 6-0 que les dio el pasaje a la segunda final para el equipo, tras la de Uruguay 30. Brasil se tuvo que conformar con un tercer puesto ante Italia.

Y el 25 de junio, gris, con gotas de lluvia, la gente llenó el Monumental para ver un posible triunfo de un once que venía en alza. Pero Holanda le planteó mucha dureza, tanto en algo de pierna fuerte como en el juego mismo. Kempes apareció como en los partidos anteriores y fue quien abrió el marcador a los 38 minutos, definiendo a pesar de resbalarse ante el veterano Jongbloed. Todo iba bien hasta que un mal pase de Alberto Tarantini originó el empate del suplente Nanninga, a ocho minutos del final. Holanda fue por más y a pocos segundos de terminar, Rensenbrink recibió solo ante Fillol y su tiro dio en el palo. Dios fue argentino: el 1-1 llevó al alargue, y en él los de Menotti volvieron en sí, primero con una dramática definición de Kempes, que tras rebote en el arquero la empujó a la red justo antes que llegara un defensor. Y el corolario perfecto, el tercero, en un ataque desde el área propia que terminó en gol de Bertoni. La alegría, la emoción, el bullicio, los papelitos, los abrazos, la Copa eran realidad. Tanto, sí, como lo que sucedía con las desapariciones, torturas, muertes y demás. Pero es injusto ensuciar al campeón con la oscuridad del momento. Argentina, por fin, culminaba un proceso limpio, serio y brillante que le dio su hora más gloriosa: recibirse de campeón mundial.


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