viernes, 13 de abril de 2018

HISTORIA MUNDIAL: INGLATERRA 66

La oscuridad en que la Copa del Mundo había caído en Chile 62 se acrecentó para 1966. Tácticas defensivas y juego violento, como en ese momento, fueron acompañados de episodios turbios, fuera del fútbol. Y en ese contexto, Inglaterra organizó y ganó su único certamen de mayores hasta hoy, con un gran equipo pero con un jugador de más: los árbitros. Un contexto que claramente perjudicó a Argentina, Brasil, Uruguay y Chile, los ases de Sudamérica, de nuevo sometida por poderes europeos.

Los inventores del balompié se habían presentado junto a Alemania Federal y España para ser sede del 66. Como los españoles se retiraron, la elección quedó entre ingleses y alemanes, y los británicos se impusieron en la votación por 34 a 27. Sí, le ganaron a los germanos, como lo harían años más tarde en la final de su Mundial. También influyó en la elección que la Federación cumplía 100 años, y que el nuevo presidente de la FIFA era el controvertido Stanley Rous, que abogaba por Europa y con muy poco interés en otros continentes. Tanto, que para las eliminatorias dispuso una sola plaza para África, Asia y Oceanía, y fue muy lógico que los 15 representantes africanos y algunos asiáticos boicotearon el torneo.

La fase previa era un poco más organizada, aunque seguían jugando Siria e Israel en Europa. Hubo ya grupos de cuatro países en el Viejo Mundo y los acostumbrados tres de tres en Sudamérica. Destacó la vuelta de Francia, el pase de España en desempate angustioso con Irlanda y el debut de dos que dejarían huella: Portugal, al influjo del gran Eusebio y sus amigos del Benfica copero, y Corea del Norte, que fue el único de la región Asia-Oceanía al ganarle a Australia en Camboya. Brasil, Uruguay y la Argentina de Juan Carlos Lorenzo se clasificaron sin problemas, mientras Chile necesitó de un desempate ante Ecuador. El número de inscriptos se amplió a 71 y a naciones como Albania, Jamaica o Cuba.

La “catedral del fútbol”, el estadio de Wembley, escenario de tantas batallas, vivía su momento cumbre recibiendo a la Copa. El 11 de julio, allí en Londres, los locales se enfrentaban con Uruguay. Tras una sencilla ceremonia inaugural, los celestes tejieron una sabia telaraña y sacaron un gran empate a cero. Ambos terminarían pasando a los cuartos de final sobre Francia y México, pero los ingleses con su primer ayuda arbitral, con dos goles viciados de nulidad contra los galos. Los de Ondino Viera, con Mazurkiewicz, Goncálvez o Rocha en sus filas, fueron junto a Argentina los únicos de la CONMEBOL que siguieron, porque Brasil cayó con la potencia de Portugal y Hungría y sobre todo, con la eliminación antideportiva de Pelé, golpeado a mansalva con complicidad de los jueces. Y Chile poco pudo hacer con la Unión Soviética, Italia y Corea del Norte. Los asiáticos dieron la nota sonora dejando afuera a los azzurros y sus apellidos por 1 a 0.

Nuevamente el “Toto” Lorenzo estaba al frente de la albiceleste, que con Luis Artime como goleador, más talentos como Jorge Solari, Silvio Marzolini, Ermindo Onega o “Pinino” Más, derrotaron a España y Suiza y empataron con Alemania, a quien acompañaron a los cuartos. Por lo que en esa instancia, se encontrarían con Inglaterra y los teutones con Uruguay. Stanley Rous confió la designación de los árbitros a Ken Aston, el juez del escandaloso Chile-Italia del Mundial 62, donde se pegaron a mansalva de ambos lados. Aston decidió a un alemán, Rudolf Kreitlein, para Argentina-Inglaterra, y a un inglés, James Finney, para Alemania-Uruguay. Causalidad más que casualidad: el alemán expulsó a Antonio Rattin en controvertida decisión y los ingleses le ganaron a un laborioso Argentina sobre el final. Por su parte, el inglés no dio un penal para los celestes por atajada del defensor Schnellinger en la línea por un cabezazo de Rocha, y echó a Troche y Silva, favoreciendo descaradamente que los de Helmut Schön se impusieran 4 a 0.

Por suerte, los otros cuartos tuvieron fútbol, con el triunfo de la URSS sobre Hungría y, especialmente, con un tremendo Portugal-Corea del Norte, donde los norcoreanos ganaban 3 a 0 a los 23 minutos, hasta que Eusebio marcó cuatro goles y su país ganó 5 a 3, yendo a encontrarse con el local en las semifinales, donde éste ganó con doblete del gran Bobby Charlton, llegando a su primera final. Su rival sería Alemania, que en partido áspero superó a los soviéticos. Eusebio y Portugal concluyeron su brillante aparición con el tercer puesto sobre la URSS.

Bajo una lluvia bien inglesa, Wembley acogió el 30 de julio el partido decisivo. Alemania quería revalidar su título del 54, con Franz Beckenbauer y Uwe Seeler entre sus figuras. Los del hosco Alf Ramsey, que apodó a los argentinos “animales”, contaban con Charlton y sus delanteros Hurst y Hunt, más una defensa donde sobresalían el espectacular arquero Gordon Banks y el capitán Bobby Moore. Los alemanes comenzaron arriba por Haller, pero Hurst marcó de cabeza su primer gol de la tarde. Cerca del final, Peters desniveló y parecía que el triunfo era anfitrión, pero en jugada viciosa Weber igualó a los 89 minutos. Cuando iban 10 del primer alargue, Hurst remató de volea y la pelota superó al guardameta Tilkowski, dio en el travesaño, picó aparentemente delante de la línea y se fue al córner. El árbitro suizo Dienst miró a su asistente, el soviético Bakhramov, que señaló el centro de la cancha marcando el gol, el que no fue, pero que decretó el título. Porque Alemania se cayó, Hurst realizó su triplete sobre la hora y el 4-2 le permitió a Inglaterra ser campeón del mundo, premio simbolizado en la Copa Rimet, que la reina Isabel II le entregó a Moore. Los ingleses, es cierto, tenían gran equipo, pero no tenían por qué ser empujados por la trampa. Sin duda, fue uno de los Mundiales más nublados, como el cielo de Londres, de toda la historia.

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