Después del calor, humedad y verano otoñal argentino, ahora tenemos lluvia para archivar y repartir. Este fin de semana, incluso ahora mismo, el agua natural de la creación de Dios cae sin parar sobre la ciudad. No era así antiguamente, podía llover pero racionalmente. Cada tanto, cada tanto, había aguacero que inundaba las pobres obras de desagüe de los barrios. Pero era cada tanto. Hoy, no sólo las lluvias son copiosas, sino que copiosas en poco tiempo, con lo que los desagües, hoy mejorados notoriamente, igual no dan abasto. Un síntoma más de lo mal que está el planeta, el cambio climático, cómo se enferma la gente de un poquitito de aire viciado, la humedad, todo. La lluvia de hoy, siglo XXI, no es la de antes. Porque el clima, la vida, el mundo, ya no son los de antes. Por eso, tengamos mucha paciencia con el fenómeno. Al mal tiempo, buena cara. Aunque se moje mucho.
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