Después del inesperado fracaso en España 82, Argentina debía barajar y dar de nuevo sus cartas. Con Carlos Bilardo designado en 1983, así lo hizo y de tal forma que en México, en 1986, borró toda frustración anterior y volvió a ser el mejor del mundo, como su historia manda. Y con un perfecto agregado: un Diego Maradona mágico, esplendoroso, casi goleador del torneo y que dejó para su vida y la del fútbol argentino la gloria más realizada para siempre.
Antes de los inolvidables sucesos albicelestes, hubo mucha agua bajo el puente, no sólo de la Selección. En 1974, la FIFA había designado a Colombia inédita sede del Mundial, pero a fines de 1982 el país cafetero no podía cumplir con las exigencias de organización y debió renunciar,por lo que se abrió un nuevo proceso y México fue el elegido. La nación azteca era la primera en repetir condición de local, tras la de 1970, y se venía preparando con todo, con gran infraestructura y estadios modernos. Pero como le pasó a Chile en 1962, la naturaleza casi estropea todo: un pavoroso terremoto sacudió la capital y zonas aledañas en septiembre de 1985, que causó más de 10.000 vidas y pérdidas materiales, aunque por suerte los estadios no fueron mayormente afectados. Por eso se recuperó y continuó con su puesta a punto para el torneo.
De nuevo eran 24 los países, como desde el 82, pero con una diferencia: la segunda fase era a eliminación directa hasta el título, y para ella se clasificaban los dos primeros de cada grupo y los cuatro mejores terceros, es decir que de 24 iban 16 a los octavos, con lo que podía pasar de todo. Fueron pocas las sorpresas de la eliminatoria: Holanda quedó afuera de nuevo, esta vez en repechaje con su vecino Bélgica. Austria fue otro ausente de peso. En cambio, Dinamarca ganó su grupo y se estrrenó en la Copa, igual que Canadá, vencedor de la única plaza de la CONCACAF, e Irak, que a pesar de estar en plena guerra con Irán pateó la pelota y dejó atrás a Siria. Sudamérica tuvo la novedad de una liguilla para los segundos de cada zona, que Argentina evitó a ocho minutos de su partido con Perú, cuando el gol de Ricardo Gareca le dio el 2-2 y el pase. Luego, los peruanos perdieron el primero de una larga serie de Mundiales en la repesca, que obtuvo Paraguay, quien regressaba tras 28 años. África tuvo sus dos lugares con Argelia y el retorno de Marruecos, mientras Asia disputó por última vez con Oceanía y puso a otro lejano mundialista, Corea del Sur, que había estado en 1954.
Y los surcoreanos serían el primer escollo de la Argentina de Bilardo y Maradona en el Grupo A, en la ciudad de México, conocida como Distrito Federal. Antes, el 31 de mayo se inauguró el certamen, que nuevamente tuvo al imponente estadio Azteca como principal hogar. Tras linda ceremonia y la famosa música alusiva, el campeón reinante Italia, ya sin Paolo Rossi ni Antognoni, decepcionó al igualar 1-1 con Bulgaria, otro que había vuelto. Dos días después, en México pero en el Olímpico 68, la Selección (en quien pocos creían) derrotó a Corea con dos goles rápidos de Valdano y Ruggeri, para luego concluir con 3-1 su debut. Maradona apareció en el encuentro con los azzurros para con un golazo poner el 1-1 final, y los colosos no tuvieron problemas para seguir a los octavos, con Argentina primero tras superar fácil a los búlgaros. Pero aún el equipo no era una máquina, y las críticas y las pocas expectativas continuaban como al principio.
Como en España 82, esa primera fase no fue muy lucida, incluso con menos goles. El local, al mando de Hugo Sánchez, regresó con triunfos y la clasificación junto a los belgas, también irregulares. Francia y Brasil, éste mas´allá de un grueso error arbitral con España, ganaron sin esforzarse. En cambio, Alemania Federal e Inglaterra, casi afuera en la última fecha, pasaron con dificultades, ni hablar de Uruguay que en su retorno sufrió una histórica goleada por Dinamarca y tras su 0-0 con Escocia pudo arañar ser mejor tercero. Los daneses eran lo más lindo del torneo, con un fútbol vistoso al compás de Michael Laudrup y Elkjaer Larsen y tres victorias en su primer Mundial. Lo mismo que Marruecos, que se atrevió a marginar al Portugal de Paulo Futre y Fernando Gomes.
La inédita instancia de octavos de final empezó a ponerle brillo. Bélgica dio el primero de sus golpes a la potente Unión Soviética con un trepidante 4-3 en alargue, Brasil bvailó a Polonia y España contó con un Butragueño perfecto con cuatro goles para hacer olvidar a Dinamarca. Francia eliminó al descolorido Italia, México a Bulgaria y Alemania sufrió otra vez para batir a Marruecos en el minuto 87. Inglaterra no tuvo problemas al superar a Paraguay y se erigió en rival de Argentina, que en un duro clásico rioplatense le ganó a Uruguay con tanto de Pasculli.
Antes de afrontar otro superclásico con los ingleses,la Selección miraba por la linda transmisión de TV uno de los capítulos más dramáticos de la historia, cuando en una terriblemente calurosa Guadalajara Brasil jugaba el primer cuarto de final con Francia. 120 minutos, empate que no pudo destrabar el gran Zico errando un penal, foul del arquero Carlos al francés Bellone que se iba al gol y la definición por penales con polémica, triunfo galo y tristeza brasileña. Épica tarde de los de Michel Platini, que se las verían en semifinales con Alemania, que seguía avanzando a los tropezones, ahora por penales a México.
Pero el gran día para Argentina fue el 22 de junio. Allí, Inglaterra casi se pone en ventaja con un error del arquero Pumpido. Bastó esa alarma para que apareciera Maradona, despertara de sus actuaciones anteriores y dibujara una tarde de ensueño, primero con la "mano de Dios" y luego con el inolvidable gol del siglo, dejando cinco rivales y al arquero en el camino. Argentina no sólo fue Diego, porque los demás jugaron un partido casi perfecto y a pesar del descuento de Gary Lineker, máximo anotador del Mundial, fueron para las semifinales. Ahora el obstáculo era Bélgica, que volvía a dar la nota bajando a España por penales, en otro gran encuentro.
Encabezados por Jan Ceulemans, Enzo Scifo y Jean Marie Pfaff, los Diablos Rojos querían hacerlo también con Argentina. Pero no tenían un Maradona. En unos minutos, dos nuevas genialidades del 10 del Nápoli definieron el 2-0 en el Azteca. Contra todo, aún sus hinchas, la albiceleste llegaba a la final para repetir la gesta del 78. Pero nada menos que Alemania, vencedor de la lírica Francia con practicidad, sería quien se interpondría en su último escalón a la gloria. Los franceses pudieron ganarse un tercer puesto en otro festival de goles con los belgas.
El 29 de junio, más de 114.000 personas estaban bien ubicadas en el Azteca para la finalísima. Fue una real finalísima,brillante, emotiva, digna de la trayectoria y el prestigio de ambos. Alemania se la puso complicada a Argentina, pero la Selección sacó pecho con su fútbol grupal cuando no aparecía Maradona. Así se colocó 2-0 con el cabezazo de José Luis Brown, quien antes del debut reemplazó al gran capitán Daniel Pasarella enfermo, y otro gol de Valdano. Los germanos, ahora dirigidos por el Kaiser Franz Beckenbauer, parecían liquidados, hasta que en dos pelotas detenidas, dos córners, justo la especialidad de Bilardo de la época del Estudiantes copero, Rummenigge y Rudi Voeller empataron. Pero enseguida apareció Maradona, esta vez para habilitar a la inolvidable carrera de Jorge Burruchaga, otro baluarte de la campaña, que le pegó con el cordón de su botín para superar a Schumacher y hacer gritar al país.
Llegó el final, y con él, el éxtasis, la cumbre, la locura de felicidad. Argentina, en ese Azteca donde tres años antes había perdido la final del Juvenil con Brasil, celebraba a lo grande un bicampeonato inesperado y esperado a la vez. Y Diego Maradona se coronaba a los ojos del mundo, el logro que le faltaba para afirmar su presencia en la gloria. Quién lo hubiera pensado, aquellos días del 85 en que Bilardo tuvo que ratificar en la revista El Gráfico su continuidad, cuando la derrota con Perú en el Monumental llevaba al duro repechaje, cuando se perdió con Noruega un amistoso, cuando el escandalete tras el empate con Junior de Barranquilla. Quién, en un pueblo argentino necesitado de que once hombres le dieran una sonrisa por la delicada situación política, con la democracia tan amenazada como la economía. Pero el grupo, ese enorme grupo, que no sólo de Maradona vivía, sino que era un equipo, lo hizo posible. Como dijo el narrador de la película Héroes, Ernesto Frith, ese 29 de junio, ese domingo, Argentina llegó a la cumbre y alcanzó la inmortalidad.
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