A menudo nos quejamos de cómo somos tratados, tanto como sociedad como cada uno. Y está bien, porque a veces injustamente e injustificadamente recibimos mal trato, en cualquiera de sus formas. Pero, pero, pero, también sería bueno que nos fijemos, de vez en cuando, cómo actuamos nosotros para con los otros. Porque si queremos vivir en sociedad, hacernos amigos de los demás, nuestra conducta debe ir a tono. No estoy diciendo que seamos Dios, que seamos el Papa, estoy diciendo que tengamos cuidado con nuestras palabras, acciones, relaciones, pensamientos. Todo lo que luego le rebota al otro. Si somos buena gente, el otro nos recibe y recibe buenas. Si somos de mentir, histéricos, fastidiosos, insociables, mil cosas, el otro lo percibe, y en consecuencia se aleja. Casi como un boomerang, vos según lo que tires te vuelve. Promovamos buena onda, que el otro la recibirá y, a su vez, la prolongará en otros. Si no, luego no nos quejemos de lo mal que estamos. Si somos nosotros los que tenemos el poder de generar, lo bueno y lo malo. Está en nosotros.
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